EL MANANTIAL DE ROYO FRÍO EN EL CAÑÓN DEL JÚCAR

Acabo de pasar unos días en tierras de Galicia y Portugal, donde he visto llover lo que hace muchos años que no contemplo. Aún recuerdo cuando en la Serranía de Cuenca, las estaciones cumplían su parte del contrato, y la lluvia hacía acto de presencia por doquier, bajando los ríos caudalosos y habiendo multitud de arroyos que la convertían en un paraíso del pino y del agua.
Pese a todo, es un tierra rica en manantiales y surgencias, y uno aún alberga la esperanza de que vuelva a llover a cántaros, como antes lo hacía.

Os voy a enseñar una pequeña parte de esa maravilla que es el cañón del Júcar en su tramo de Uña a Villalba de la Sierra, donde se encuentra el serrano manantial que abastece de rica y fresca agua, en gran parte a la ciudad de Cuenca.

Nos colocamos sobre un paisaje conocido por los conquenses, el valle cañón por donde discurre el Júcar.



            Y como estamos en una excursión acuática, que mejor que llamar al amigo Juan Ángel.



Arriba se ve la casa del canal de agua que va a parar a la Central hidroeléctrica, que ya os pondré en otra entrada más adelante, y abajo el fantástico color del agua, creando pozas y saltos de gran belleza.




Tenemos que atravesar los impresionantes túneles horadados en la roca viva, que se hicieron para llevar por dentro la tubería que lleva el agua del manantial a la ciudad de Cuenca.




     Una vez pasados los cuatro túneles llegamos a la parte superior del cañón de enriscadas paredes.




Hasta que llegamos a unas enormes planchas de cemento donde esta el manantial de Royo Frío y se capta el agua que sale hacia Cuenca.




El manantial de Royo Frío puede abastecer de forma completa a una ciudad de 115 mil habitantes. Hay que recordar que Cuenca capital ronda los 56 mil habitantes.



De la enorme plancha salen pequeños arroyos del excedente de agua, momento ideal para hidratarse.




Aquí vemos como sale el arroyo del manantial directo al Júcar que es lo que viene por la esquina superior izquierda.




Pero no nos hagamos de rogar y vamos al agua a meterle algo de dureza a la excursión.




El día de verano era ideal para ir siempre por el río.




Para llegar a estos parajes solo esta el camino de los túneles y un par de sendas y caminos que bajan  desde arriba en la carretera.




Pero poco a poco nos vamos metiendo cada vez más en un cañón de paredes bastante verticales cubiertas de frondosos pinares.




La combinación de los dos verdes y el azul del cielo corría a cargo mío y de mi cámara, que la llevaba con especial cuidado.




El avance es realmente costoso y algo tortuoso, ya que las piedras del fondo del río escurrían como demonios, aparte que no llevábamos para la ocasión un calzado que se diga bueno para este tipo de excursiones.




                       Nos encontramos tramos donde debemos esquivar grandes moles pétreas.









                                Yo aprovecho cualquier atisbo de poceta para bañarme.




     Hay que recordar que cuanto más remontemos el río, más debemos descenderlo para volver, ya que no hay otro sitio por donde volver.




Hay tramos aquí verdaderamente relajantes y silenciosos, nada que ver con la masificación que hay en verano en el tramo de río de los tres primeros túneles.





      Aunque debemos volver, ya que se nos hace tarde. En total se nos fue entre cinco y seis horas.




                     Una parada en el manantial para recuperar fuerzas comiendo moras.




        Y con una vista desde abajo del archiconocido Ventano del Diablo nos despedimos.

Comentarios

  1. Patxi el benicense21 de mayo de 2012, 3:39

    Muy guapa, sobre todo para el calor estival. Rondé esos parajes, aunque no tan arriba, pues había tremendas pozas, y encontramos gente, poca, pero gente. Aguas muy refrescantes, pero frías. Me gusto el recorrido, incluso quisiera ampliarlo.
    Un saludo

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  2. Tenemos todo el verano para hacerla, Patxi.

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