EL RÍO TAJO POR DENTRO -ATC- (DE LAS JUNTAS DEL HOZ SECA HASTA LA PRESA DEL MOLINO DE PERALEJOS)


Hace unos años le propuse a mi amigo Ignacio un plan que llevaba rondando por mi cabeza un tiempo. El propósito de dicha idea era escribir un libro sobre una comarca natural; en este caso, sobre el río Tajo cuando, después de nacer en Teruel, hace durante muchos kilómetros de límite entre Cuenca y Guadalajara, lo que yo llamo el Alto Tajo Conquense (obviamente también es guadalajareño pero lo llamo así para diferenciarlo del resto del trayecto del río Tajo que va por dentro de la provincia de Guadalajara)

El plan se fue formando en mi cabeza tras siempre oír hablar a mi padre de toda esa comarca, a la que él solía ir a pescar (No me pregunten como alguien en la década de los 70 y 80 del siglo pasado, con pésimos caminos y sin todoterreno, conseguía meterse por allí a pescar, porque no lo sé, aunque intuyo buenas aventuras y grandes palizas, incluso alguna me han contado de tener que ir a buscarlo allí dentro)

Los que sepáis un poco de serranía ya sabréis que la comarca de la que vamos a hablar es la parte más inalterada de toda esta área del sistema ibérico al no haber existido nunca pueblos. Por eso hablar de zonas despobladas yo creo que no es lo correcto porque nunca ha estado poblada: el río Tajo y su cañón o tajo se encargó de que los antiguos pobladores de estas sierras se alejaran concienzudamente del valle fluvial, estando los pueblos más cercanos bastante alejados de esta comarca: Orea y Checa (GU) o Vega del Codorno y Masegosa (CU).

A esto hay que unir que, entre el olvido y la feroz orografía del terreno, no hay caminos decentes para poder bajar allí dentro. En el lado de Guadalajara, menos hosco, si hay alguna pista que va apartada del río, y algo más arriba. Del lado de Cuenca hay una pista, a ratos carril, que va por la mitad del valle, estando en gran parte muy alejada del río y sus riberas. No obstante, hay que remarcar que el desnivel medio de las laderas del Tajo viene a ser de entre 350 y 500 metros aproximandamente, llenos de agrestes barrancos, pedreras interminables y profusos bosques que hacen que lanzarse a bajar aquello sea una osadía en muchos tramos.


Aunque antes ya habíamos hecho alguna incursión juntos al ATC (Alto Tajo Conquense), le propuse a Ignacio que para imbuirnos de la comarca, para empaparnos del lugar, y nunca mejor dicho como verán, debiéramos conocer la columna vertebral de cabo a rabo, debiéramos conocer la esencia de este espacio medioambiental, y esa esencia pasaba por descender el río entero en el que hace de límite entre Cuenca y Guadalajara

Pero antes de todo vamos a situarnos y a dividir esta comarca en dos partes: la 1ª desde el puente de las 3 provincias, donde confluyen Teruel, Cuenca y Guadalajara, y el Tajo abandona definitivamente Teruel hasta las Juntas con el río Hoz Seca –a partir de ahora lo llamaremos Oceseca-

Y el 2º desde las Juntas del Oceseca y el Tajo hasta la confluencia del Barranco del Horcajo en el Tajo, un poco más adelante del Puente del Martinete, donde el río ya se mete en las dos orillas en provincia de Guadalajara. Recordar que antes de la división provincial de 1833 el límite de las dos comarcas seguía siendo el río hasta muchos kilómetros más adelante, ya en tierras alcarreñas.

El primer tramo al día de hoy lo hemos recorrido muchas veces con agua, sin agua, en invierno, en verano; este tramo que mi padre llamaba Tajillo es más influenciable al régimen de lluvias y tendrá más o menos agua según la época, incluso llegando a filtrarse y secarse por tramos en épocas secas pero el 2º, al volcarle el agua su caudaloso afluente Oceseca, siempre lleva mucha agua.

Como el 2º tramo es tan cerrado, con las laderas del cañón muy encima, apenas se puede transitar por sus riberas, habiendo sendas de pescadores pero con poca continuidad debido bien por la orografía rocosa del cañón, bien por lo inextricable de la vegetación. La única solución que se me ocurrió era bajar todo el 2º tramo por el agua, por dentro del río. No hasta el Puente del Martinete sino un poco antes, hasta la pequeña presa del Salto del Molino de Peralejos de las Truchas.

Los que conocéis aquello os estaréis diciendo ahora mismo: ¿Cómo? ¿Habéis bajado una distancia aproximada de 10/12 km por dentro del agua a pelo?

Pues sí, queridos lectores. Fue toda una experiencia que NO volveríamos a repetir. Así de claro.

Aquella aventura la preparamos antes concienzudamente. Mucho plano, foto aérea, estudio previo de lugares. Elegimos el mes de agosto cuando más calor hacía y se supone que el caudal del río sería más bajo, y digo se supone porque allí dentro nos encontramos una cantidad de agua bestial que en algunos tramos parecía un río amazónico. Por supuesto que lo hicimos con neoprenos de los gordos, tantas horas dentro del agua del Alto Tajo requiere obligatoriamente de neoprenos. En mi caso, me lleve un pequeño híbrido entre flotador y colchoneta al que agarrarme mientras descendíamos el rio. También nos vino bien para poder maniobrar las mochilas cuando queríamos sacar algo de ellas sin mojarse.

 Me gusta mucho bañarme en los ríos pero nadar no, me suele aburrir. Por eso pensé que habría muchas largas tablas de agua donde por lo menos yo iba agarrado a mi flotador. Ignacio no se llevó nada y bajo todo a pelo, como quien dice. Mochilas con aire dentro para que floten con nosotros y bolsas estanco dentro para poder guardar las llaves del coche y la comida. Los móviles no los echamos, por miedo a que se mojaran de alguna manera. Yo me lleve una cámara acuática normalita, y por eso las fotos no son de gran calidad pero bueno allí dentro bastante teníamos con llevar cosas.

Madrugamos muchísimo porque aun yendo en el todoterreno, como íbamos a entrar por el lado conquense, los carriles llegan un momento que están fatal para bajar y acceder al río, por lo que dejamos el coche arriba y bajamos andando, cosa que nos llevó una hora aproximadamente. Luego no sabíamos a ciencia cierta las horas que estaríamos en el agua pero teníamos por delante, como buen día veraniego, muchas horas por si tardábamos más de la cuenta o se nos torcía algo y surgía algún imprevisto.

Aquí va el tramo acuático del río Tajo desde las Juntas con el Oceseca hasta la presa del Molino de Peralejos.
Según bajábamos hacia el rio, recién amanecido, nos encontramos este gamo completamente tieso, y sin ninguna herida superficial, pareciendo su muerte debido a alguna enfermedad.

Os presento a mi leal compañera que durante las próximas horas me va a resultar muy querida.

              Y sobre todo, a Ignacio, mi amigo de tribulaciones serranas, en este caso acuáticas.

Pasamos las Juntas del Oceseca, y un poco más adelante es donde decidimos empezar nuestra travesía.

Tenemos delante el paisaje de cañón fluvial siempre cautivador que nos va a acompañar durante unos cuantos kilómetros.

Principalmente el río son grandes tablazos de agua, divididos en barreras tobáceas que iremos salvando por las partes más cómodas.

En esas tablas, aunque vayamos en sentido descendente, avanzaremos lentamente, deleitándonos en el paisaje.

De vez en cuando, aprovechando sitios donde podemos ponernos de pie, hacemos descansos fuera del agua.

                Según bajamos, nos van saliendo al paso tejos sobre las aguas del río.

                                       Por supuesto tilos silvestres de todos los tamaños.

Ahí está Ignacio negociando las fotos, ya que tenía que tener mucho cuidado al llevar la cámara dentro de una bolsa estanco.


Vamos viendo tramos largos donde al ver las laderas, se comprende que solo se pueda avanzar por dentro del agua.


Todos estos desniveles hay que hacerlos con cuidado de no meter el pie mal. Cuando llevas pocos no pasa nada, pero cuando ya llevas 15 o 20 de estos, hay que tener mucho aguante.


                                Aunque todo se compensa con la que tenemos delante.


Foto hecha en otra ocasión que bajamos Ignacio y yo a bañarnos, tras la exploración de alguna senda para poder bajar al río.



El río parece que va embocado hacia ese rinconazo pero pegará una brusca curva a la derecha. Estamos pasando muy cerca del Puntal de la Moratilla.


Pero desde dentro del río apenas podemos intuir lo que hay por arriba. Esta foto es representativa de las dos alturas que tiene el valle del Tajo. Esta primera que llega hasta donde ven los cortaos (tajo del Tajo), y una mucho más alta que serían los bordes del valle.


Vamos a lo alto de los bordes del Valle del Tajo para que veáis la altura que hago mención antes. Podemos ver en esta foto que el lado conquense está más vertical y empinado que el guadalajareño.


Acerquémonos para ver ese tramo del Puntal de la Moratilla, por donde estamos pasando Ignacio y yo en las fotos de antes.


Ampliando mucho se nos vera a los dos intrépidos aventureros y la colchoneta, siempre y cuando obviemos la paradoja espacio temporal que se crea.


Foto de otra ocasión en que Ignacio y yo, tras exploración de sendas que bajan al río, nos pegamos un baño. Tengo la cara que puedo parecer un actor secundario de películas americanas de tipos duros y malhumorados.



Pero volvamos a lio, y nunca mejor dicho, pues ahora nos aparecen pequeñas cascadas con sargas en los bordes que son un poco exasperantes pasarlas. Menos mal que no es un río muy de sargas porque si no, sería imposible.


Compensado con creces con esta visión, donde en la gran roca de la izquierda nacían los tilos abigarrados.


                 Acerquémonos a disfrutar de su sombra y reflejo en las cristalinas aguas.


Ya lo he comentado alguna vez: el Alto Tajo Conquense es la zona de Cuenca donde más tilos silvestres hay.


La quietud, la belleza, la soledad, el silencio, solo atenuado por nuestros chapoteos en el agua al ir nadando, era demoledor. Íbamos con los sentidos a flor de piel.


   Foto de otra ocasión en algún punto del largo tramo que estamos viendo en esta entrada.



    Algún vistazo hacia atrás echamos para ver lo grandioso de paisaje y el camino recorrido.


              Pero también vamos fijándonos en los pequeños detalles del ecosistema fluvial.


Ahí tienen a mi compi abriendo río. Aunque hay sitios que hacíamos pie como en esta foto, en la mayor parte de la expedición debíamos ir sin hacer pie.


Foto hecha en otra ocasión donde se ve bien lo frondoso y exuberante que puede ser el río y sus riberas.


Foto hecha en otra ocasión para ver parte del río y arriba a la izquierda, la parte superior del valle en el lado de Guadalajara.


         Llegamos a otro sitio de estrecho donde cubre tanto que asusta hasta mirar al fondo.


Después de ese estrecho llegamos a un sitio donde el río va en la sombra, por debajo del bosque.


           Además de esos tramos que alivian, al poder ponernos de pie y salir del agua.


                             Otro estrecho más y, además, este se ve muy estético


           La geología acuática, esa mezcla de roca y poza, siempre me ha parecido fascinante.


Hacia delante se suaviza el estrecho pero como ven son partes inaccesibles del río para el senderista. Ah!, una inoportuna gota se me ha instalado en la cámara.


Del fondo, completamente trasparente, tenemos que tener cuidado con los afloramientos de roca que hacen que, si nos descuidamos, nos demos un buen golpe en las rodillas.


Otro vistazo hacia atrás para ver otra de esas muchas cascadas que nos ha obligado pasarla con cuidado.


Vamos a ver desde arriba del valle del Tajo este ultimo tramo antes de llegar al fin de ruta, donde el río va como siempre dentro de su tajo, y el valle se abre más en estas magníficas explanadas. Al otro lado, el término de Peralejos, en este, la finca de Belvalle, perteneciente a Beteta.



   Volvemos al río y llegamos a un tramo que nos llama la atención la frondosidad del bosque de ribera.


Y el enorme tamaño de los árboles de ribera, donde ahora recorremos a nada unos enormes tablazos de cientos de metros de longitud.


A esta parte del río lo llamo el tramo amazónico del Tajo, donde despuntan tilos, sauces, fresnos, alisos, álamos, olmos, etc.


 Parón técnico aprovechando una zona donde hacemos pie para recuperar fuerzas con frutos secos y demás viandas.



Por último, y lo más importante: Planeamos acabar la ruta en la presa del Molino de Peralejos de las Truchas, donde nos iban a esperar Maru, Nacho y Cristina que sin madrugar tanto, vinieron de Cuenca con la nevera con las cervezas y las tortillas de patatas. Ellas llegaron como a mediodía al sitio, dispuestas a pegarse unos baños y comer, y por la tarde esperarnos a nosotros. No sabíamos cuando íbamos a aparecer pero a alguna hora de la tarde seguro. Al final, sobre las 5 de la tarde llegamos a la presa. Maru me decía que se estaba empezando a intranquilizar pero llegamos sanos y salvos, bueno.... hechos unos zorros también de la paliza que nos habíamos pegado. Un pequeño ejemplo de esto fue que Ignacio llegó con síntomas de congelación en una mano. Otro ejemplo fue que los últimos dos km antes de llegar al fin de ruta, no podíamos ya con tanta agua y empezaba a ser tarde, y aprovechando que por el lado conquense iba una vieja senda de pescadores, nos salimos para avanzar más deprisa.
Recuerdo que más adelante volvimos a entrar al río para cruzarlo y al ver la tierra firme, nuestra avanzadilla humana y las cervezas y la tortilla, todo fue como la aparición de la virgen de Lourdes para el tullido desesperado. Después, llegó lo placentero, apurando la tarde allí tumbarreados mientras Nachete disfrutaba del baño con la pesca y el neopreno puesto y nosotros contando todos los avatares del descenso.

Por eso, aquí va en primicia esta ruta de hace unos años y que desaconsejo hacerla categóricamente. Hay que tener el umbral de la paciencia y el aguante muy alto y aunque, como digo arriba, fue toda una experiencia, no la volveríamos a repetir.

Acabamos del agua hasta las mismísimas pelotas pero si es cierto que quedamos hermanados y unidos a este salvaje río en su tramo alto para siempre. De hecho, hemos vuelto a hacer multitud de rutas por esa comarca desde entonces, atesorando un archivo fotográfico inmenso.  El río lo dejamos solo para baños y lo del libro es un proyecto de realización nada fácil que tenemos aparcado. Si alguien se anima a editárnoslo, que sepa que tenemos material para que salga un cosa muy chula.


Hemos perdido la cuenta de las horas que llevamos allí dentro. Un poco más adelante de este tramo, saldremos por esta orilla, la conquense, para avanzar por la senda de pescadores, y fue un completo alivio volver a andar con nuestras piernas al calorcito del día.


Llega un momento en que volvemos al río porque al otro lado ya vemos las construcciones del Molino de Peralejos y el fin de nuestra expedición fluvial.


                                             Aaaahhhhh, esto era lo que nos esperaba.


Apuramos la tarde veraniega viendo como Nachete se comportaba como un jabato con su caña de pescar.


   Aunque de verdad lo que le gustó, es probar por primera vez un neopreno cuatro tallas más grande.


                                                              Y probarlo en el agua.


Ignacio se metió con él a enseñarle. Yo ya no quería agua, solamente tortilla-cerveza-tortilla-cerveza-tortilla-cerveza y así todo el rato.



Y nos despedimos con la pequeña presa naturalizada del Molino de Peralejos, donde planeamos el fin de ruta.


¡¡Hasta la próxima!

Comentarios

  1. Hola Toni,

    Vaya hartón de agua que os pegasteis, todo el día a remojo.

    Aun con tu experiencia, diciendo que no lo volverías a hacer, a mi me encantaría poder realizar la ruta que os marcasteis, que pasada poder seguir el cauce de un río tan impresionante como el Tajo.

    Esa mezcla de fotos desde las alturas con las del cauce por donde pasabais me ha parecido genial, seguro que ese futuro libro os queda genial, porqué se tiene que publicar, aquí tienes a un futuro comprador del mismo... jejeje

    Que gozada tener a la familia esperando con la tortilla y la cerveza, eso sí que es un buen premio final a una ruta tan exigente, aunque lo de tortilla-cerveza-tortilla-cerveza, no se yo si fue más cerveza-cerveza-tortilla-cerveza-cerveza-cerveza-tortilla-cerveza... jejeje

    Salud, descensos impresionantes y tortilla!!!

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    1. Hola David.

      La ruta hay que decirlo es muy espectacular. De hecho, es de esas que las fotos no muestran ni por asomo la maravilla de naturaleza que teníamos en todas las direcciones.

      Si te digo la verdad, en un principio parecía que se iba a publicar pero al final no terminó de cuajar el plan. Jajaja, no te preocupes que si se sacara el libro, te regalaba uno, hombre!!

      Pues si, porque si como tortilla a la misma constancia y velocidad que bebo cerveza, pegaría un reventón.

      Salud, tortilla y cerveza, tortilla y cerveza, tortilla y cerve....

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  2. Hola Toni...
    Llevaba un tiempo sin pasarme por tu blog y me encuentro con esta "refrescante" crónica...jejeje.
    Bueno,por lo que comentas mas bien "empapante" y de "que ganas tengo de acabar",aunque ese final cerveza-tortilla-cerveza,fue el gran premio.
    Desde luego que vista toda la crónica y viendo que llevabais buenos neoprenos,lo primero que piensas es,"me gustaría hacer esa ruta "acuática",porque el entorno es realmente de privilegio,pero después de lo que nos has narrado,me quedo con la satisfacción de haberla visto desde la pantalla de mi ordenador y "prou"...jejeje.
    Por cierto ese gif pirenaico,genial...jejeje.Esperando esas crónicas,que seguro serán una pasada.

    Un abrazo.

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    1. Hola Juane.

      Si si, es cierto que si hubiéramos acabado la ruta de manera más tristona, sin tortilla y sin relajación, sino otro coche y volver a Cuenca, no habría sido lo mismo.
      Me gusta buscar buenos finales. De eso también eres tú un buen experto ;-)

      Jjajaja, desde la pantalla del pc mejor, y si quieres baño, te bajas a la piscina, el mar o te buscas una poza de río tranquilo. No en serio, es de las cosas más duras que he hecho, en el sentido de agotarse la paciencia viendo que eso nunca se acababa y lo lento que se avanza por un río tan inalterado.

      Ya nos vistes haciendo el ganso en modo gif. Jjejeje nos acordamos de ti. Que aunque haya veces que no te ponga comentarios, que sepas que te leo siempre.

      Un abrazo.

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  3. Hola Toni, aunque no sé si después de ver esta entrada y ver lo que vi en nuestra reciente estancia pirenaica debería llamarte "aquaman" jajaja.

    Impresionante aventura en la que os embarcasteis Ignacio y tu, nada más ni nada menos que bajar, a pelo prácticamente, un buen cacho del más salvaje e inaccesible Tajo. Además de las fotos, que plasman muy bien la bella y agotadora aventura, me ha gustado mucho la narración, y como has complementado el reportaje con fotos aéreas de los tramos del río que recorristeis. También me ha gustado mucho que hayas hecho hincapié en no animar a nadie a seguir vuestros pasos. Vamos, que me ha gustado todo de esta entrada, incluso esa tortilla, que sin llegarla a probar seguro que estaría para chuparse los dedos.

    Dices lo de libro, pero os aseguro que si hubieseis sido yanquis, y el Tajo estuviese por ejemplo en Wiconsin, hubieseis presentado esta aventura a alguna productora y os hubiesen grabado un documental, que lo hubiesen titulado "Wild Tajo" o algo por el estilo, y hubiesen puesto tu cara de secundario malhumorado en la cabecera jajaja.

    Un abrazo.

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  4. Hola Dani.

    Resulta algo paradójico que con lo nada que me gusta nadar y lo mucho que me gusta zambullirme en el agua. Digo yo que algo tendrá que ver mis kilitos y el estado de ebullición en el que entro cuando me atacan los calores.
    Al final estuvo bien el apartado baños pirenaicos. En el 1º yo solo, en el 2º tú y yo, y en el del pantano de Lanuza los cuatro, y que a gustazo se estaba allí con la nevera de cervezas a pie de pantano, completamamente fresquitos.

    Jjajaja seguro que una productora yankee hubiera cogido nuestro material para hacer un documental, y luego también me hubieran cogido a mí, para hacer una especie de Frank de la Jungla, pero esta vez, Tony del Chapuzón, donde saliera yo bañándome en los lugares más inverosímiles, en un fiordo noruego en invierno, el Mar Muerto con un barril de birra atado al cuello, etc, etc....

    Un abrazo.

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  5. Yo no digo nada, pero ese híbrido colchoneta flotador.... ¡Que tenemos un caché!, Jajajaja. Por lo demás todo correcto como siempre, sobre todo la merienda/recompensa del final. La soledad y quietud de esos parajes deben sobrecoger. Una maravilla.

    Gracias por estos ratos Toni.

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  6. Hola Luis.

    Gracias a tí tambien por leerme y a vosotros por vuestra labor bloggera de enseñar esta serranía que tanto nos gusta. A ver si pasan estos dos meses rápido que este tiempo es insufrible.
    jejeje, lo importante de esas excursiones tierra/agua/aire es ponerles un buen broche .
    Tú lo has dicho, esa soledad y quietud es demoledora.

    Un abrazo.

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  7. Hola Toni.

    Dos tipos muy duros, si señor. Y de actores secundarios nada; actores de primera, porque lanzarse al reto de recorrer aquello por allí adentro lleva su estudio y preparación.
    Aunque no os planteais repetirlo, aquello quedará de forma indeleble en vuestras retinas, en vuestros corazones, y sin duda algo digno de contar.
    Ahora se hace complicado caminar por las márgenes del Tajo, pero imagina que en tiempos de sucesivas maderadas aquello debió tener otro aspecto, pues el paso de miles de troncos y sus respectivas cuadrillas debieron dejar las orillas bastante transitables. De todas formas que maravillosas sensaciones por aquellas grandiosas soledades. Grande entrada!!

    Un abrazo.

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    1. Hola Andrés.

      Si es cierto, que esta excursión fluvial la recordaremos siempre. Y mira que hemos hecho unas cuantas más, Tajo abajo ya en Guadalajara, pero esta de este tramo se quedará como especial.

      Y ya te digo que una vez hecha, mucho me tienen que ofrecer para volver a hacerla, jejejeje.

      Cuanto daría por poder retratraerme a los tiempos de las maderadas y verlos en acción en invierno en esos tramos tan jodidos.

      Esta es de las entradas que las fotos no hacen justicia al sitio-ademas con malas cámaras- pero tú lo sabrás bien que tambien has recorrido estas bestiales soledades.

      Un abrazo.

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  8. Antonio, no te conozco personalmente pero disfruté de unas buenas jornadas de pesca con tu padre y Eduardo Herrero, por todo el Tajo.
    Supongo que tu padre te contaría que en compañía de su amigo y compañero Roberto tuvieron que pasar una noche en la rocha, que es por donde tu has pasado, por lo complicada que es esa zona.
    Tuviste un buen maestro y me alegro que te guste la naturaleza tanto como a tu padre y que sepas disfrutar tanto de ella.
    Un abrazo.
    José Artero

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    1. Hola José.

      Que alegría me das con este comentario. No te conozco tampoco pero no me importaría hacerlo. Si había oído esa historia, pero cuando mi padre me la contaba yo no controlaba tanto de toda esa zona como ahora, y nunca he sabido por donde se quedaron a dormir inesperadamente más o menos, y ya me lo has aclarado tú, siendo por la Rocha, un poco más adelante del Puntal de la Moratilla. Por lo visto mi madre pasó un mal rato, creo que me contó que tuvo que avisar a Paco Sol de Tragacete para que viera a ver si podía encontrarlos.

      En fin, que como ves, aunque mi padre me llevó a pescar muchas veces de crío, esa afición no llegó a calar en mi, pero en cambio, el amor por los ríos y la naturaleza sí que sí.

      Un abrazo fuerte y si me ves por la calle, no dudes en saludarme.

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