EL RINCÓN DE LOS CUATRO VIEJOS QUEJIGOS DEL VALLE DEL RÍO JÚCAR
Hay muchas veces que mis salidas al monte me gusta hacerlas
de otra forma, eligiendo otros objetivos inusuales, como un paraje en concreto,
un rincón que me sugiere algo, para visitarlos en diferentes ocasiones. En mi
caso, un senderista ávido por ver postales bonitas, ambientes serranos, vistas
sugerentes, cosas curiosas, momentos mágicos, el paraje frecuentado me es
suficiente para dedicarle, como en este caso, dos cortas visitas, una en invierno y
otra en verano.
Y eso es así, porque me encanta convertir un paraje serrano
en un pequeño laboratorio visual, donde el paso de las estaciones cambie y
modifique muchas cosas, y esté ahí para apreciarlo. Las fotos algo trasmitirán,
pero tengo que reconocer que en estos casos prima muchísimo más mis sensaciones
experimentadas in situ.
Todo empezó recorriendo como tantas otras veces los bordes
del valle del río Júcar entre los pueblos de Uña y Villalba de la Sierra. Las
los vertientes con sus laderas, son dos mundos botánicos distintos, la de
umbría con sus pinos, tilos y avellanos. La de solana con sus pinos también pero menos. Lo que hay alli,
sobre todo, son robles, jóvenes quejigos que están recuperando lo que antiguamente
era más suyo. La extensa ladera de solana en sus muchos kilómetros es un enorme
tapiz de joven robledal, donde no se aprecia ninguno de un tamaño que se pueda
considerar mayor, con unas cuantas décadas de vida.
Por eso, cuando recorriendo los bordes rocosos, descubrí en un esquinazo, justo abajo en la base de las paredes rocosas, en un lugar bastante hosco e inaccesible, cuatro robles de edad avanzada, de los de tronco gordo y retorcido, me llevé una sorpresa. Quedaba claro que eran 4 árboles supervivientes de otra época, en la que los robles, como comento antes, estaban más presentes, y al ser tan buen acopio de madera para la gente de los pueblos fueron cortados, las más de las veces, indiscriminadamente. En la serranía solo sobreviven estos ejemplares grandes en lugares muy recónditos o en las dehesas de los pueblos. La otra cuestión era encontrar una bajada y allí había un desplome en la vertical roca, por el que parecía que se podía bajar.
A probarlo y admirar, tanto con hoja como sin ella, estos viejos quejigos, únicos testigos en esta zona, de cuando el género Quercus dominaba la península, con árboles de todos los tamaños y las consabidas ardillas saltando de rama en rama desde Valencia hasta Lisboa.
Empezaré con las fotos invernales y luego las veraniegas, aunque tambien alternaré una de cada época para apreciar los contrastes.
Comienza la excursión muy cerca de la carretera, viendo que hay un poquita de nieve.
Pasamos por una vieja casa forestal en muy buen estado.
Vamos a ir bajando por la ladera para acercarnos al borde. Al fondo asoma el Picón de Royo Frío. Me acerco al borde, comprobando la nieve agarrada al páramo.
Nieve en retroceso, como se ve este piorno cojín de pastor.
También conocido como cojín de monja. Aquí lo vemos en verano, cuando a las arañas les gusta tejer sus telitas entre sus hirientes ramitas.
Llegamos al borde, dónde ya se aprecia esas manchas de robledal, aunque esto que ven es un pequeño barranco que le entra al valle del Júcar que es lo del fondo.
Voy viendo los diversos rincones que se conforman en estos bordes.
El sol de invierno incendia y destella en las abiertas alas de los buitres de estos rinconazos.
Justo en el borde superior, dónde en época lluviosa, se descolgara una pequeña cascada.
Fíjense que enfrente mio, parece que se intuye un desplome, aunque al principio lo veo peligroso.
El 1º que nos aparece, es el que más en la esquina está metido.
Bajo un poco más para ver a los otros dos.
No soy muy entendido, pero da la sensación que estos quejigos fueron trasmochados para aprovechar más su madera.
Hola Toni, de nuevo por el monte, que a mi es lo que más me gusta, te felicito por las entradas de Menorca, muy chulas, pero yo disfruto más con las de montañas, será porque la cabra tira al monte, de esta zona no la conozco mucho, solo las vistas impresionantes que se ven desde el ventano del diablo, con el jucar en el fondo. Estas dos ultimas entradas me han gustado mucho, sobre todo esta ultima, recorrido bastante peligroso, con los robles retorcidos por la vejez, y por las complicaciones de su hbitad de poca tierra fertil. Y con el final de las vacaciones, volvemos a la retina diaria de nuestras obligaciones. solo me resta que darte las gracias por lo que me haces disfrutar con tus reportajes, gracias de nuevo, y saludos cordiales. Félix
ResponderEliminarHola Felix.
EliminarJejeje no pasa nada, si yo tambien disfruto más con la montaña que con la costa, pero bueno un poquito de senderismo costero de vez en cuando si me gusta.
El mes de septiembre marca para mí la vuelta a las rutas por los montes de Cuenca y aledaños, una vez alejados los calores soporiferos.
Un saludo.
Muy buenos ejemplares Toni muchas gracias. Ahí hace años cazaba yo jabalíes y me acuerdo exactamente de los desplones verticales esos que dices tú jeje ahora hace ya, vi las cabras por allí. Las has visto?
ResponderEliminarHola.
EliminarNo, solamente vi esos cérvidos que salen en las fotos, pero cabras y jabalis no vi, aunque seguramente que triscan por ahí. Todo el valle del Júcar y aledaños es muy buen sitio de fauna.
Un saludo.
Hola Toni.
ResponderEliminarInteresante ésto de dedicarle una jornada a un paraje concreto donde una formación rocosa, un barranco, una cascada, o en éste caso unos relícticos robles; testigos vitales de otra época de abundancia de la especie. La verdad es que ese desplome, así de pronto, impone respeto el bajar por ahí, pero puesto ya en faena y con precaución parece que se sube y se baja bien. Ese pequeño altiplano que se ve en dirección al Picón de Royo Frío debe ser la Losilla, verdad? Algún día tengo que asomarme por allí para contemplar el Rincón de la Primavera y todo aquello.
Un abrazo.
Hola Andrés.
EliminarSeguramente este y algún otro desplome de esos fueron utilizados para bajar y cortar árboles en el pasado o subir y bajar para cualquier asunto.
Y sí, aquello es la Losilla, ese altiplano ladeado es inconfundible. Una buena ruta recorriendola, luego bajando debajo del Puente de Royo frío y volver a subir, pasando por el canal y subir por ese barranco que, epoca de lluvias, crea una cascada muy chula justo muy cerca del rincón de los robles, puede ser un buena ocasión para conocer el valle del J´ucar.
Un abrazo.
Hola Toni.
ResponderEliminarQué bonitos, y qué buen porte poseen esos venerables quejigos. Yo también me inclinaría a decir que también fueron trasmochados.
Esta ruta tuya me ha recordado bastante a la que hice yo hace unos años en busca de los tejos centenarios de Penyagolosa, y no solo por el hecho del objetivo de encontrar esos árboles, sino por lo complicado que resultó llegar a alguno de ellos. Y es por eso, y esto que voy a decir quizás no lo entienda la mayoría de la gente que sale a la montaña con fines más deportivos, que una cosa que aparentemente pueda parecer tan sencilla como encontrar unos árboles con tanta solera a algunos nos produce el mismo estado de euforia que alcanzar una gran cima pirenaica.
Un abrazo.
Hola Dani.
Eliminar¡¡Agarrate que va tochazo!!
Al hilo de lo que comentas, te doy la razón por completo. Creo yo que somos minoría, pero la cultura, en la mayor parte de los casos deportiva, de hacer senderismo, y si nos atenemos a las cimas, de solo hacer rutas de ir completando cimas es la mayoritaria. Esa de ir deprisa para sumar numéros, esa de solo hablar de cimas y, en cierta manera, infravalorar otros objetivos en la naturaleza, no va conmigo. Que a lo mejor hablo a ligera, es decir, si hubiera nacido en Jaca o en Potes, por poner unos ejemplos, estaría ahora haciendo cimas, pero creo sinceramente que no. Cuando eres un apasionado de la naturaleza (digase geologia, etnología, botánica, hidrología, etc, etc) sabes que las cimas es otra de las muchas caras de disfrutar de una ruta, y a mí cuando salimos fuera de Qnk me encanta hacerlas ante la falta de montañas con fuertes desniveles en mi zona, pero disfruto tanto haciendo también otras cosas como esta de los Quejigos.
Por que como bien recuerdas esa de ir buscando estos Tejos de Penyagolosa, a mi me pasa igual. Tengo en el recuerdo muy gratamente la que hice para encontrar el Tejo del Picuerzo (un Tejo en un canchal muy inaccesible y escondido que, tras las indiciaciones de mi padre, terminé encontrándolo) o cualquiera de esas que se hacen buscando arcos rocosos o rocas caprichosas, que muchas veces exigen pericia, suerte y esfuerzo físico. O esas de ir buscando rincones fluviales con agua o con hielo o incluso secos, para admirar toda esa geologia.
A todo esto es lo que me refiero, y que somos minoría, en comparación con la gran masa deportiva, pero ¡bendita minoría! así luego solemos andar por sitios poco o nada masificados y respirar otros ambientes.
Un abrazo.
Maravilla de paraje, yo no me canso de caminar por allí. Unas laderas de roble espectaculares y unas vistas muy buenas al Júcar.
ResponderEliminarLa losilla, finca privada con usos cinegéticos, así nos lo hicieron saber esta pasada primavera unos atentos cazadores que nos esperaban amablemente en la casa forestal a nuestra vuelta.
En cualquier caso siempre hay que volver allí.
Un saludo Toni.
Hola Luis.
EliminarEn cualquier época del año los bordes del Júcár son una gozada para andarlos . ¡Anda! fijate que desconocía que la Losilla ahora la han hecho finca privada para caza. Llevo años yendo por allí y no sabía nada de esos atentos y amables cazadores.
Algo me olía ahora que lo cuentas, pues mi hermano me comento que hace nada, justo al otro lado, por dónde la Raya y todo ese lado le llegaron otros cazadores también atentos, pero en este caso, le advirtieron que estaban cazando y que sí quería seguir andando tenía que tener cuidado, un poco como ateniéndose a las posibles consecuencias. En fín, gajes del oficio de senderista.
Un saludo.