EL CASTRO CELTÍBERO DE LOS CASTILLEJOS Y LA CEJA DEL PINO ESPESO


Cuando empecé a interesarme por los diferentes castros celtíberos diseminados por la Serranía de Cuenca, investigue varios, y gracias al blog del carrascoseño Alfonso Calle, oí hablar del castro de los Castillejos, cerca de Tragacete. Además, resulta que dicho castro estaba por una zona que pasaba continuamente en mis muchas excursiones serranas. Aun así, me costó tres ocasiones dar con los restos. Su ubicación muy oculta en medio de pinares sin fin, hacía que no fuera fácil, pero a la tercera fue la vencida, y acompañado del amigo Paco, lo encontramos.





Como teníamos un día entero de ruta, añadimos a la misma visitar el refugio de las Vaquerizas, hoy en día privatizado en régimen de concesión. Y digo esto, porque aunque en un principio se reformó y privatizo para hacerse refugio casa rural, las varias veces que he pasado por allí, siempre está cerrado, no hay información en internet, cosa extraña por lo que si alguien sabe, a qué uso está destinado este refugio, agradecería que me lo dijera. No se reforma algo para dejarlo luego cerrado.
En el km 54, sale una pista a la izquierda hacia el Collado de los Vasallos. Dejaremos el coche cerca de la carretera y comenzaremos a andar, dejándonos caer a los prados donde empieza a formarse el Arroyo de las Vaquerizas, que al poco se mete por un barranco lleno de pinos, por donde iremos hasta la confluencia del Barranco de la Cueva del Pinar, que viene a nacer debajo justo de San Felipe, y que, tras remontarlo un poco, deberemos subir por la ladera hasta encontrar los restos del castro.


     Nada más que comenzamos, podemos observar el hielazo que tiene el monte a esas horas.

                       Todo el follaje serrano está precioso con el hielo en las ramas.

Llegamos a Prado Pajar, donde se empiezan a formar las primeras aguas del Arroyo de las Vaquerizas.

Para mí sin duda alguna,  el invierno es la mejor época para ver y admirar los pinares de la Sierra de Cuenca.

Esa época en que gran parte de los bosques del país están sin hoja y color, estos pinares siguen verdes, y gracias al hielo y a la humedad, resplandecientes.

Los prados se convierten en este incipiente barranco por donde transitaremos cómodamente, bien abrigados, que por aquí el sol no hace acto de presencia.


Ya hemos llegado al arroyo de la Cueva del Pinar que comenzamos a remontar, salvando pinos tumbados.


  El avance es arduo por el buje y por desplomes rocosos que vienen a terminar en las aguas del arroyo.


                           Pero la recompensa viene en forma de pequeños estrechos.


                       Y bonitas pocetas, nada apetitosas con el frío que hacía allí dentro.


                                                           Seguimos remontándolo.


En este pequeña poza dejaremos el arroyo y, tirando a la izquierda, saldremos del barranco.


Después de subir una buena ladera, llegamos a este punto donde al fondo podemos apreciar muros de piedra.


        Muros que según nos acercamos, vemos que están encaramados en la parte más alta .


                                                                   ¡¡Arriba que vamos!!


Cuando estás arriba, te das cuenta que este tramo de muralla impresiona. Vean este desplome de la izquierda.


Debiera ser el tramo de escaleras/rampa para bajar de la muralla a lo que era el castro propiamente dicho, que estaría a la izquierda.


Por el otro lado, el tamaño de las piedras y sillares, bien colocados a modo de muralla inexpugnable, nos habla del carácter defensivo de este castro.


Ahí arriba te das cuenta que se observa muchos kilómetros a la redonda, hoy en día, un pinar sin fin, donde al fondo resalta la Muela de San Felipe.


                       Sencillamente brutal el tamaño y grosor de la muralla del castro.


                                        En esta ocasión, lleve a la familia  a ver el castro.



   Iremos descendiendo ahora por encima de la muralla que podemos ver abajo a la izquierda donde empiezan los restos de la misma.


Dentro de lo que es el castro no hay muchos restos, y las pocas explanadas existentes nos dicen que no debieran ser muchos los moradores, aunque fuertes y borricos como ellos solos.


La vez que estuve con la family, luego fuimos a comer al bucólico merendero de los Vasallos, y admirar esa fuente de tornajos, hecha con un mismo pino de dos enormes brazos.


Pero volvemos al día con Paco, ya que después de salir del castro, atravesaremos unos pinares muy chulos.


                            Las setas tardías del invierno están duras como piedras.


         Pasamos por ese puente que salva la carretera de sierra que baja al Valle del Escabas y el arroyo de las Vaquerizas que se va al río Cuervo.


Pero nosotros iremos por esa pista forestal (a la derecha) que va paralela al Barranco del  Arroyo de las Vaquerizas en un de esos tramos de sierra que me han gustado siempre.



                En una de estas, cojo a este pajarillo revolotear entre las ramas de un pino.








El refugio privatizado de las Vaquerizas, ubicado en un sitio excelente, y del que no tengo ninguna información de su uso.








             Mismo refugio diez años atrás en que su estado era notoriamente calamitoso.







       Rellenamos las botellas en la magnifica Fuente de las Vaquerizas que está que rebosa.






El ingeniero Paco empieza a construir para ver si manda el agua por donde cae los tres caños (esa agua pasa bajo tierra y no inunda la pista forestal), ya que la que rebosa deja el camino encharcado y a la vez deteriorándolo.

Después volveríamos a esos grandes prados donde nacen las vertientes de los arroyos en las cuatro direcciones de los puntos cardinales, subiendo nosotros por una enfoscada ladera hasta la Ceja del Pino Espeso, para ir por lo alto de ese cordal, teniendo a un lado, cada vez más profundo, el Arroyo de Valquemado, y al otro, esa gran y agreste hondonada donde al fondo está el merendero de los Lagunillos. Os pongo fotos también de esos prados una ocasión, tres o cuatro semanas después, que pasé con el coche y me bajé para fotografiarlos. 




Volvemos hacia atrás, a donde esta el puente y vemos estos prados donde corren arroyos en varias direcciones. Nuestro próximo objetivo es subir a lo alto de la Ceja del Pino Espeso, que es lo que veis a la izquierda.

                        Unas semanas después volví a estos prados donde pude comprobar...

                    Que pistas de hielo más tremendas se forman encima de los mismos.

                                El hielo en el monte crea imágenes muy sugerentes.


Imagínense a un servidor patinando como si representara el lago de los cisnes mientras hago fotos, jejeje, pasito a pasito clavando bien las botas.


    La cuesta empieza enfoscada de vegetación donde tendremos que salvar los algo menos de 200 metros de desnivel que hay.

Pero rápidamente nos aparece esta especie de camino que debiera ser un vía de saca de madera.

Este hongo clavaria está completamente duro como una piedra a modo de pequeña cachiporra.


        Ya estamos en lo alto de la Ceja, donde ahora seguiremos por ese carril hacia delante.

Seguiremos ese cordal hasta el final, donde el mapa actual lo llama Rincón de Conejos y el mapa antiguo el Romeral, aunque creo que el topónimo verdadero es este último. Allí tenemos unas vistas prodigiosas de la orografía del Valle del río Escabas, que desgranaré un poco más adelante.
 

                                          Nos vamos acercando al final de la Ceja.



Pasamos por estas estructuras donde ponen piedras de sal para que las ovejas/cabras las laman.


Vemos que el final de cordal de la ceja continua, perdiendo altitud, hacia ese cerrete pero ahora vamos a desgranar todo lo que se ve desde aquí.


Empezando por las de nuestra vertiente izquierda, y siguiendo las agujas del reloj. Al fondo se aprecia el Hosquillo. ¿Pero a donde señalará Paco?


       Me imagino que a esa pequeña explanada del fondo, 500 metros de desnivel más abajo.


           Las explanadas donde está el merendero de Lagunillos, a orillas del río Escabas.


Lleva un tiempo llamándome el recorrer esa fina cresta rocosa conocida como la Loma de la Oruga, o la Oruga a secas.


El Barranco del Arroyo Obriguillo, por donde va la sinuosa carretera que viene de las Majadas.


Seguimos la agujas del reloj: el final de la cresta del Romeral con ese cerrete piramidal y al fondo el valle del Escabas, con la parte de la cordillera de los Frailes a la izquierda.


                            A derechas, nos aparece, nítido y bello, el pueblo de Poyatos.


Para terminar las sensacionales vistas con las laderas de Cerro Sancho (1627 m.) y su torreta forestal.



Aunque ese final de la ceja con esa pirámide nos llama mucho e intentaremos bajar y asomarnos a esa cresta que hace el cordal del Romeral para avanzar por él, pero lo vimos peligroso y reculamos, iniciando el regreso por toda la Ceja del pino Espeso, hasta ponernos encima de donde teníamos el coche, y bajar a él siguiendo la pista que va por lo alto de la ceja.


                           Hasta esa piedra de enfrente de Paco llegué a ponerme yo.


Solamente saqué esta foto, pero un traspiés allí y empezaría a rular por ladera chocándome con los pinos como si fueran bolos. Reculamos y salimos de allí.


El coche lo habíamos dejado en este curioso hito comunista, con la Hoz y el Mojón, o el Mojón y el Martillo.


Plano de la ruta siendo el círculo el punto de inicio y el pentágono donde está el castro celtíbero.

Larga pero gran ruta que nos hemos hecho Paco y yo, quedando solamente aplacar la merecida sed en Tragacete, al calor de la estufa.

¡¡Hasta la próxima!!

Comentarios

  1. Hello Agnes.

    I am delighted that you like my blog photos.

    Thanks!!

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  2. Hola Toni.

    Que alegría ver esta entrada, pues en 2004-05 hice dos intentos de buscar ese castro celtíbero precisamente por una publicación de Alfonso Calle que cayó en mis manos. Desistí y lo olvidé por completo, y mira por donde tu empeño ha tenido éxito.
    La verdad es que aquello es inmenso y es como buscar una aguja en un pajar.


    Una pena no poder disfrutar de refugios tan estupendos como el de Vaquerizas como complemento a una buena ruta.


    La Ceja del Pino Espeso la recorrí en tres ocasiones, siempre saliendo de Tragacete y pasando por la Peña del Halcón. La frustración es no poder llegar hasta esa pirámide rocosa, pero si que es jodido y peligroso avanzar más. Lo cierto es que aquellas vistas de todos esos espolones rocosos le estimula a uno la imaginación para nuevos y próximos retos (huy esa loma de la Oruga, a ver, a ver...)

    Aunque la postura no lo delata del todo, ese pajarillo parece ser un Carbonero Garrapinos (Periparus ater), muy abundante por la zona.

    Un abrazote y... a disfrutar de la nieve!!


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    1. Hola Andrés.

      No sabía que tú también habías buscado el dichoso castro. Yo ya después de la segunda vez entré en depresión, y menos mal que esa tercera vez sabía que con Paco tenía más posibilidades de encontrarlo y así fue.

      Lo de las Vaquerizas pues en régimen abierto dudo que vuelva a estar, pero a l o mejor algún dìa si se hace como son hoy el de Tejadillos o el Cerviñuelo.

      Esa piramide rocosa tenía una pinta estupenda para llegar pero completamente imposible. Es curioso que la fisionomía de la Sierra con tanto pino te hace pensar que puedes llegar a todos los sitios, pero hay veces que no, y es no.

      Gracia por el apunte del pajarillo.

      Un abrazo.

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  3. Hola Toni.

    Me encanta cuando pones en modo activo esa faceta tuya de buscador, y encontrador, de restos y castros celtíberos. Mira que estos estaban bien ocultos entre esa maraña de boj, y que a ojos de cualquier mortal parecerían unas rocas más del monte, pero con tu tesón y olfato para descibrir estos castros, no hay resto histórico que se te escape.
    Y por si fuera poco la búsqueda os deparó otras sorpresas, como esos pequeñas pozas recorriendo esos bonitos estrechos, la gozada de caminar sobre ese terreno escarchado o hacerlo bajo esos interminables pinos, o el poder remediar vuestra sed en esas dos bonitas fuentes, sin olvidarnos de esas vistazas desde el Romeral.

    Usted perdone, pero cuando nos ha pedido que nos lo imaginemos representando el Lago de los Cisnes en esa superficie helada lo primero que me ha venido a la cabeza es una imagen suya rompiendo el hielo y hundiéndose en gélidas aguas jajaja.

    Un abrazo.

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  4. Hola Dani.

    Ya te digo que antes de llegar a esos restos de muros del castro, Paco y yo nos paramos en cinco o seis aflormientos de roca caliza pensando que era el castro. Entre esa roca blanca toda igual y luego pinares por aquí, pinares por allá, hay que ser muy sagaz para encontrarlo. Un buen gps acabaría con ese problema, jejeje

    Tenía claro que la visita al castro de muy pequeñas proporciones aunque con la muralla más grande de los vistos hasta ahora no llevaba mucho tiempo, por lo que habría que sumar cositas, que el propio invierno fue el encarado de ir haciéndolo.

    Ufff, debajo del hielo ese no habría mucha agua y estaba durísimo pero la costalá que me metería en el lomo sería de órdago. Por aquel entonces el hielo no me daba miedo pero después de lo del coche del año pasado le tengo mucho respeto.

    Un abrazo.

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  5. Hola Toni,

    Me encantan estas crónicas tuyas donde nos descubres restos celtíberos, como ya sabes a mi este tipo de restos me chiflan, y siempre que puedo intento buscar alguna rutilla que me acerque a ellos, aunque aquí los que tenemos son íberos.

    Ya te estoy imaginando deslizándote por el hielo con la música del lago de los cisnes y realizando gráciles piruetas.

    Salud, celtíberos y cisnes danzantes!!!

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    1. Hola David.

      También disfruto tus crónicas cuando metes fotos de esos restos íberos en los yacimientos. A mi todo lo que tenga que ver con arqueología e historia dentro del monte y la naturaleza me pirra.

      la verdad que llevo gordas capas textiles para combatir el frío y en su caso, la costalá que me daría de hacer el Nureyev en el hielo, jajauja.

      Salud y celti iberos!!

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  6. Hola Toni.

    No se que impresiona más la ubicación, o esas enormes rocas que conforman los muros, menudo trabajo más duro!

    Como bien indican arriba, con esos bosques tan cerrados, era como buscar una aguja en un pajar, pero la perseverancia tuvo sus frutos (para que luego digan que los maños somos cabezones).

    Esas placas de hielo, resultan espectaculares, el baile de los cisnes, mejor ni me lo imagino :). Lo que tienes que hacer, es copiarle ese color de pelo a tu hijo, estarías monísimo, jaja.

    Un saludo

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    1. Hola Eduardo.

      La ubicación se las trajo conmigo, que como digo arriba llegue a deprimirme por estar ya dos veces anteriores "parriba" "pabajo" sin encontrar nada pero una vez hallado, esos sillares y esos muros tan intactos para los siglos que han pasado valió la pena.

      Jejeje en mi caso, mi mujer me llama cabezorro cuando me pongo obcecado a buscar y darle vueltas a algo. Lo mismo tengo algo maño en mis ancestros ;-)

      Jjajaja, de colores no, pero de cortes de pelo y peinados extravagantes sé algo de mis años mozos.

      Un saludo.

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  7. Hola Toni, el topónimo "castillejo", "castillo", "castellar" etc., es también frecuentísimo en la provincia de Soria para designar vulgarmente estos castros celtíberos. Doy fe que no falla; allá donde aparezca este topónimo en sus diferentes variantes, hay restos que evidencian su pasado.
    Ha sido un placer descubrir tardíamente este maravilloso blog de una provincia casi hermana,

    Un saludo

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    1. Hola David.

      Encantado de que te guste el blog, y más vale tarde que nunca, no! Me imagino que mira que aquí en la sierra de Cuenca hay muchos restos de ubicaciones de castros, allí en Soria tuvo que ser también muy fuerte la presencia celtibera.

      Estoy de acuerdo contigo, el topónimo no falla y lo bueno de aquí es que hay muchas ubicaciones que no están ni exploradas, y para un senderista algo intrépido como yo es una gozada lanzarse a ver si consigo descubrir algún resto...

      Un saludo.

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