Un día me dijo Maru que estaba pensando en hacer algo para
coger mas experiencia y seguridad en la montaña. Experiencia tiene pues
llevamos muchos años de senderismo por cualquier macizo montañoso que se
precie, pero si es verdad que Maru por su manera de ser siempre ha albergado
muchos miedos. Como le digo yo a Maru: menos de Dios, es temerosa de muchas
cosas. Y en la montaña tiene unos cuantos miedos, muchos de ellos irracionales
y le cuesta mucho afrontarlos y negociarlos. 
Y como bien nos remarcó el instructor del curso miedos se suelen
tener. Algunos de ellos, en su justa medida, te hacen ser más precavido. Eso no
es malo. Lo que hay que intentar conseguir por todos los medios que esos miedos
no se disparen y pasen al siguiente estado, el pánico, pues ahí es cuando
pueden y suelen llegar los accidentes más graves. Y un miedo irracional como
los de Maru, es puerta de entrada muy fácil para saltar al pánico en cuestión de segundos
y eso es lo que ella quiere y debe aprender y gestionar.
Por lo que le había echado el ojo a un curso de
supervivencia en la montaña dado por militar. Me pidió que le acompañara y por
supuesto que mi respuesta fue inmediata, además, el curso era de un sábado a
las 8:00 de la mañana hasta el domingo a las 15:00 en Sotillo de la Adrada, un
pueblo de Ávila, puesto en la falda sur de la Sierra de Gredos muy cerca de la
Comunidad de Madrid. 

Gredos es una sierra a la que vamos menos de lo que nos
gustaría y siempre que surge la posibilidad hay que aprovecharla, ya que,
además, conocíamos algo de la parte norte, pero de la sur conocíamos muy poco.
La ocasión era idónea, aunque la época, para mí, no (mediados de agosto), donde
todo estaba muy seco y con mucho mosquito, pero, aun así, esos barrancazos
plagados de helechares por donde corría un poco de agua y un bosque mixto de
robles/castaños e inmensos pinos fueron toda una delicia para los sentidos. 
Por último, nuestro hijo Nacho fue oír lo del curso de
supervivencia y apuntarse ipso facto.
Encima, se está preparando las pruebas para entrar en el ejército, lo que
significaba que la ocasión era idónea para irnos los tres, como cuando Nacho era
más jovencito que nos íbamos mucho a la montaña con él, y también con su
hermana Chelo, aunque ella dejó el monte tiempo antes para irse a recorrer mundo
y darle color, nunca mejor dicho.                                                                                                                 
Ya os digo yo que la idiosincrasia de nuestra
familia da para un documental tan en boga ahora en las diversas plataformas televisivas y que con seguridad lo
habrá, jejeje. Ahí lo dejo.
Os dejo con la crónica del día y medio por la Sierra de
Gredos y todas las actividades y cosas curiosas que hicimos.
     La tarde de antes nos fuimos para Gredos, dejándole a Nacho conducir la furgo por 1ª vez, mientras nosotros nos tomábamos la cervecita con su aperitivo.
 Ya estamos los del curso y salimos desde el mismo pueblo, tirando para arriba desde el primer momento.
Pasamos por un par de represamientos del arroyo que va por este barranco, que actualmente se han hecho para el abastecimiento de estos pueblos.
El grupo lo formados cinco; nosotros tres, el instructor que va en cabeza y un chico y una chica más.
Uno de los protagonistas del finde van a ser los helechos, que le darán un toque selvático al lugar.
                                                         Y por supuesto los castaños.
     Siempre es un gran placer reencontrarse con este árbol, quiénes no estamos habituados a él.
Su fruto aún verde me hace salivar pensando en lo ricas que están las castañas asadas cuando llega el fresco.
    El arroyo de Majalobos es el que vamos a remontar, viendo sus pequeñas pocetas que aguantan los rigores del verano.
El instructor nos enseñó los usos de las diversas plantas que vimos. Por ejemplo, esta si mal no recuerdo, sale muy cerca de la ortiga y sirve para aliviar el escozor de la misma. No seremos nosotros quien lo pruebe.
                          Una que se puede comer el fruto y además está muy rica: el hinojo.
 
Las botellas las llenábamos del mismo arroyo, ya que el instructor nos aseguraba que el agua se podía beber y que un poco más arriba donde nace, no hay ganado. Yo al principio era reacio a beber al no ver de donde manaba, pero a lo largo del sábádo si terminé bebiendo, aunque no en mucha cantidad. Lo suficiente para no pasar sed. Los tercios del domingo al acabar la ruta eran mi horizonte.
  La senda es toda una chulada con un verdor veraniego, propia de estos barrancos umbrosos.
                                           Pasando por pasos angostos entre rocas.
                                           Y creando rincones fluviales muy sugerentes.
Diversos pasos peliagudos los hacíamos con trepadas, ayudándonos de cuerdas y de los compañeros.
El instructor enseñaba a remontar este tramo del bco. con pequeños saltos verticales para saber desenvolverse. Yo estaba en mi salsa.
Recomiendo a quien piense hacer un curso de estos que llegue con cierta forma física, pues aparte del desnivel de la ruta, las diversas actividades físicas que se hacen van haciendo mella.
              Otra cosa que hicimos en una zona de hierba alta es cortar y preparar manojos.
                                             Y, por lo pronto, llevarlos en las mochilas.
                                                                  Sigue nuestro avance.
                                            Recreándome en los castaños que van saliendo.
                                             Volvemos al arroyo que hay que cruzarlo.
Nos explicó que siempre es aconsejable llevar una cuerda en la mochila y usarla en cualquier tipo de paso mas comprometido. 
                      Este fue un tramo de varios pasos verticales, remontando el arroyo. 
Sin duda alguna, este fue el más complicado al tener que tirar de brazo y todo resbaladizo. Vean que Nacho está calado ayudándonos desde abajo.
                           Esta me encanta, viendo la cara de Nacho ayudando a su madre. 
La verdad que estaba siendo super entretenido y además con muy buen ambiente entre los integrantes.
 
Otra curiosidad botánica. Las plantas que tienen pelillos en los tallos u hojas suelen ser prohibidas o desaconsejables de uso interno, es decir comidas o bebidas en infusión, pero de uso externo o cutáneo suelen ser buenas cicatrizantes de cortes y heridas.
                                  En este rincón tan bonito haremos una parada larga.
                   
                                             Aprovechamos para secarnos los calcetines.
Por lo pronto, el instructor nos va a enseñar un viejo sistema para conseguir agua potable.
                         Curioso, aunque muy trabajoso, sacar agua con el sol y la humedad.
             Con la cuerda montamos un tirolina para pasar de un lado a otro de barranco.
 Decir que con la tirolina fue un momento de muchas risas ante lo trastos que fuimos casi todos.
 
A Nacho por ejemplo, el guante de la mano se le quedo pillado a la cuerda que corría y ahí se quedo colgado sin poder salir. 
                                  De los haces de hierbas que cogimos anteriormente....
  Antonio, el instructor, nos enseñó a hacer unas cuerdas que sorprendía la fuerza que tenían. 
También estuvo explicando como leer el mapa topográfico de la zona que estábamos recorriendo y usarlo con la brújula.
 
   A Nacho le pico un bicho y lo mejor es el viejo remedio del barro limo del arroyo.
          Es hora de dejar el arroyo hasta mañana y salir de allí en un cuestarrón interminable.
Llegamos a la parte alta del barranco, las Eras del Prado, donde nacen las aguas del arroyo. Al fondo, asoma la cuerda superior de la Sierra de Gredos, con lo que parece el Cerro de la Escusa (1960 metros)
Aunque nosotros dejamos esas eras y seguimos subiendo un poco mas en busca del sitio donde vamos a pernoctar.
No muy lejos de esta fuente de la que caía un chorrillo suficiente para llenar las botellas.
                      Este es el lugar donde pasaríamos la noche, pero ¿Qué es ese plástico?
                             Es el resultado de recolectar previamente hojas de helecho.
                               Para hacernos lo que estáis viendo. ¡una cama de helechos!
              Antes de acostarnos, hicimos una ruta nocturna para ir a ver el vértice geodésico de                      Covachones (1379 metros) 
   Magnífico otero para ver los diferentes pueblecitos de la zona baja iluminados en la noche. 
 Con el pueblo de la Adrada en primer lugar. El castillo se nota en la parte de arriba del pueblo.
Los cinco integrantes del curso. Vean que, por lo menos, la noche en Gredos venía fresquita, pese a ser últimos de agosto.
               Nacho con la luz del frontal consiguió ver a la vuelta esta chulada de escorpión.
La familia momificada Diaz Virtudes pasó una noche tranquila y sin sobresaltos sobre su mullida cama de helechos.
         Amanece y ya nos ponemos en marcha, cada uno con su bolsa de basura generada.
Al lado de la fuente hay un pequeño merendero donde desayunaremos en nuestro caso, un batido y una barrita energética. ¡Mi Reino por un tazón de café calentito! Y si me ponen unas magdalenas artesanas, ya ni os cuento.
 
Nuestro próximo destino es llegar a esta especie de área recreativa/refugio cuya obra se quedó inconclusa en su día.
                              Allí haremos varias cosas como prender fuego con un pedernal.
               Otra cosa que me gustó, llevar un trozo de espejo para hacer señales en caso de                                    perdida/problemas, aprendiendo el lenguaje de este tipo de señales.
 
Y lo más curioso de todo fue esto. Maru cogiendo carbón de un antiguo fuego y machacándolo para hacerlo lo más polvo posible.
               Recolectamos la hoja de la planta aromática que teníamos por allí, el cantueso.
Metido junto con arena primero, luego el carbón y arriba el cantueso en este filtro de una botella. Se coge el agua sucia de cualquier sitio, charca o arroyo, y se echa por arriba.
Tras unos 15 minutos tienes una agua totalmente filtrada apta para el consumo con un rico y salvaje sabor a cantueso. Yo me acabe el vaso hasta el fondo. Agua del Solán de Cantueso.
                                                   Luego un clasecita de nudos varios.
 
    Aprender a hacernos un arnés con la cuerda para destrepar una sencilla ladera pared. 
Antes de iniciar la vuelta, seremos nosotros con el mapa y la brújula quienes elijamos la dirección. 
 

           Iniciamos la vuelta, que será una bajada continua de unos 800 metros de desnivel.
Alguna que otra parada para recalcular la ruta y ver si vamos en buena dirección. Cada vez huelo los tercios más cerca.
Pero antes toca pegarnos un baño en una poceta del arroyo suficiente para que Nacho y yo disfrutemos de lo lindo. 
            No cubre mucho, pero sirve para quitarnos el calor que ya hace por aquí abajo.
 
El curso termina con la invitación por parte del instructor a comer en un restaurante de Sotillo de la Adrada, viendo como Nacho ( y Maru) se comían un codillo de 2º y su padre se bebía los tercios fríos sin descanso, bajo la atónita mirada de los otros integrantes del curso.
                                                  ¡Hasta la próxima!
 
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