EL VILLAR DE POZO DEL INFIERNO -SANTA Mª DEL VAL- (CASTILLO DEL MORO)



Arranco esta entrada, celebrando los 10 años de andadura del blog, con un auténtico ladrillaco muy para fans del blog y de las buenas historias de naturaleza, investigación e historia. Lo que el compañero bloguero Juane Alemany llamaría I+D (investigación + disfrute). Es una de esas entradas donde hay más texto que fotos, por lo que requiere verla en casa con tiempo y sin prisas.

Trata de mi último hallazgo, acaso el más importante hasta ahora, que, como es normal en estas sierras despobladas como la de Cuenca, apenas hay información, solo misterio, silencio y mucho desconocimiento.

El largo tramo del río Cuervo entre los pueblos de la Vega del Codorno y Santa María del Val - lo llamaremos el Val a partir de ahora - siempre ha sido un lugar de la sierra especialmente bonito y espectacular. Además, el  hecho que la única carretera de asfalto que hay, vaya muy alejada del río, hace hincapié en la soledad y magia del lugar.
Todo esto viene por mi afán en los últimos tiempos de barrer visualmente con los mapas topográficos - en papel o en internet- todo tipo de muelas, cerros, altos o prominencias rocosas de la serranía conquense y aledaña, que yo piense que fueron susceptibles de albergar restos de algún asentamiento celtíbero -los oppida-.

Alguien puede pensar que habrá disponible un listado de donde están los restos de castros celtiberos de la provincia de Cuenca, pero no es así, estando la mayoría desaparecidos, ora el paso del tiempo, ora la mano del hombre, al coger las piedras de estos castros para otros usos necesarios del momento. Luego hay otros tantos descubiertos pero no catalogados y, bien seguro, que bastantes aún no descubiertos.
En muchos de estos sitios que yo considere potencialmente buenos para mi labor de buscacastros, me ayuda mucho el topónimo, ya que suele aparecer como Castillo, Castellar, Castil, Castellón y alguno más, como me ocurrió en la excursión que hice a Cabeza del Castellar en el valle del río Escabas.




En este caso del rio Cuervo entre los dos pueblos que menciono al principio, siempre me he fijado en un brusco meandro que pega el río entallándolo entre altas paredes rocosas verticales. Curiosamente allí no hay topónimo que nos remita a la palabra castillo en sus muchas derivaciones, por lo que a priori, aquello es un enclave natural como tantos otros.
Lo que me convenció totalmente de ir a explorar aquello fue, que de la vista aérea en internet y de la vista de las líneas de nivel en el mapa, allí se formaba una especie de cordal cresta muy rocosa y con una superficie de tierra que a todas luces y con experiencia que tengo de visitar castros celtíberos parecía un lugar propicio para que los habitantes de la Edad de Hierro se enriscaran y habitaran aquello.
Aunque el hecho de no haber oído nunca de la existencia de un castro allí, nada de información en internet, la ausencia de topónimo, y lo vertical y abrupto que se veía eso en el mapa, me decía que posiblemente no se pudiera subir allí arriba.
En ese caso, cambio de planes e intentaría meterme por allí siguiendo el río buscando pozas de baño y comprobando lo chulo que se intuía aquel rincón.


Ahí tienen el brusco meandro que pega el río Cuervo, y en el medio, marcando 1293 metros el objetivo principal de nuestra investigación.

Por otra parte, también era conocedor que aquello estaría asalvajado por completo, la humedad y exuberancia de río Cuervo en esos cañones y estrechos habrían hecho nacer una auténtica jungla en sus riberas, aunque eso no es óbice para que un montaraz como yo vaya a conocer aquel rincón y a luchar y penar con sus mil ramas, pinchos y follajes feroces.


              Pronto vemos que hoy vamos a andar  en parte debajo de un bosque maravilloso.    

Nos asomamos al río Cuervo, donde se le ve limpio y creador de tobas. Esta ocasión es de principios del otoño, donde aún no ha llegado la época de lluvias.

Me voy a remitir en primer lugar a la exploración del lugar. La primera vez fui con el todoterreno, dejándolo en el carril, y de ahí siguiendo otro carril más secundario, me dirijo hacia el meandro y al río. Llega un momento que se torna en senda, y ya tenemos encima nuestro, casi 200 metros más arriba, la pared rocosa de uno de los lados de cañón del Cuervo en esa parte. 
La senda viene a desaparecer tanto por la inclinación de la ladera a nuestra izquierda, como de la erosión del río a nuestra derecha, y encima nuestro a la izquierda –ahora sí que sí- aparece la no menos imponente pared rocosa de nuestra prominencia rocosa, objetivo de nuestra ruta, que diciendo la verdad, se asemeja a la proa de un barco.


            Ya nos aparece a ambos lados del río paredes rocosas de varias decenas de metros.


Del lado derecho se puede ver la nada desdeñable altura de las paredes del valle fluvial que en ese tramo se convierte en una hoz.


La inclinación de la ladera y la erosión del río hacen que la senda desaparezca y haya que ir a más altura, dejando el río abajo.


Y del lado izquierdo ya aparecen las altivas paredes e inaccesibles paredes del nuestro objetivo.



  Me pongo debajo para darme cuenta que estas paredes verticales imponen mucho mientras dudo de que pueda subir allí arriba.


               Me voy encontrando enormes bloques que debieron caerse de la parte alta.


También paso por un tramo donde hay muchísimas piedras amontonadas. No me atrevo a conjeturar aún nada.

Por tanto, ahora vamos escoltados a ambos lados por paredes verticales de roca, donde sin duda alguna, la que nos llama la atención es la de la izquierda, la de nuestro barco rocoso, puesto que se alza más de 100 metros verticales contados desde el río, entrándome serias dudas de poder subir y alcanzar la parte alta.
De todas formas, sigo avanzando esta vez, ya sin senda y atravesando vegetación tupida, que culmina en un precioso bosque de ribera que son los troncos de los altos bujes (boj) y de los Avellanos completamente recubiertos de musgos y líquenes. Hay que ir con cuidado que cualquiera de estas múltiples ramas no te entre en los ojos y te fastidie el día.


                                            Volvemos a ponernos a orillas del Cuervo.


                    El fantástico avellanar se apropia de la franja de ribera por la que vamos.


        La franja de ribera se estrecha y la humedad invade salvajemente el avellanar/bujedal.


                                     La pared rocosa del otro lado llega hasta el mismo río.


                           Mismo sitio, dos meses después, con mi cuñado y con Maru.

Este tramo es tan bonito como agotador, aunque nada comparado con lo que viene después, pues parece que nuestra traza va a acabar al río Cuervo en un lugar donde se ve el río precioso, pero si uno se fija bien, unos metros antes, hay restos de como levantaron la senda con enormes piedras ocultas por el musgo y la misma comienza a subir.
En este punto me alegré pues comencé a pensar que esa obra de levantar la senda hacia arriba podría ser claro indicativo del comienzo de la subida a lo alto del promontorio rocoso, y con ese optimismo sobrevenido entré en una segunda parte, una subida en diagonal por una empinada ladera, infestada de altos bujes que se habían comido casi todo el espacio.


                                     Aquí parece que se intuye una senda que va a parar ....


                         Al Cuervo que tiene unas estampas de una belleza cautivadora.


Pero unos metros antes, me topo con este vetusto muro de piedras que delimita y levanta la senda para dejar la misma ribera del río.


         Un ramal de esa senda va a parar a este extraño hueco donde todo parece natural.


La casi desaparecida senda principal sigue yendo escoltada por esta maravilla de bosque donde la humedad no tiene rival.

Por allí sufrí de lo lindo, sudores mediante, hasta que yendo de claro en claro, todo muy exiguo, llegué, dando la curva al meandro del río, a un borde donde había una caída de unos 15 metros, donde hay que tener cuidado tanto con el vértigo, como por el sitio donde pisas. Parecía que todo acaba bruscamente en ese sitio tan espectacular pero si levantamos la cabeza hacia el puntal veremos que hay  un paso como de 10 metros de ancho, donde la pendiente es muy empinada pero no imposible, ya que a ambos lados de ese paso de diez metros se ven verticalidades imposibles para el ser humano sin ayuda de cuerdas y arneses.


    Cogemos altura mientras nos ponemos encima del río y su tupido bosque de ribera.


                   Mi hermana y Maru negociando la ardua subida entre la vegetación.


                    Alternándose puntos donde quedan apoyos para salvar los cortes rocosos.



Y tramos donde hay que tener mucho cuidado, debido a la pendiente y al suelo, para no caer pues hay puede haber unos 15 metros hasta abajo.


Entre las dos prominencias rocosas que veis ahí arriba está la parte que el desnivel cede y a todas luces es el único sitio para seguir subiendo.


  Por este tramo ya aparece mucho trozo de teja por el suelo que me deja un poco confuso pues no sé a qué atribuirla.

¡Coño!! Eso parece el pasillo ascendente de entrada a la parte superior. Ahora es cuando tengo la certeza que se va a poder subir, pero si la vegetación de antes cuando íbamos por el río y subiendo por la ladera nos parecía agobiante, este pasillo de entrada se lleva la palma, pues todo está tapado y recubierto de boj,a lo que hay que sumar la pendiente y el suelo en descomposición que hace que se te vaya el pie constantemente.
Aparte de la dureza del tramo, el paisaje cobra más protagonismo al estar esta rampa de subida entre dos mogotes rocosos a modo de columnas, como si de la puerta de entrada fuera. Se me acelera el corazón de haber encontrado esta subida y de saber si encontraré algo allí arriba.
Una vez entre las dos prominencias rocosas, miro que por debajo de esa vegetación es él único sitio para seguir subiendo. En esta 1ª vez lo haremos por la derecha.Como ven, el acceso a la parte alta se las trae consigo.


Antes de seguir subiendo, nos desviamos con cuidado a la derecha para ver la singularidad de este lugar.


                                    Es tan profunda la caída, que no vemos ni el río.


Justo en la curva vemos como al río Cuervo le entra el Arroyo del Borbotón, abriendo brecha entre la roca.


La otra pared de la curvosa hoz es espectacular viendo como los arboles y plantas se encaraman a ella.


Mientras que en ese lado, los actuales señores del Pozo del Infierno esperan que nos vayamos para retomar su lugar o que nos despeñemos por los precipicios como antaño era normal.


Seguimos subiendo arduamente, y al echar un vistazo atrás vemos el hueco entre los dos mogotes rocosos por los que hemos pasado.

Para llegar a la parte alta veo que es una rampa muy empinada que en los días lluviosos, con aquello mojado, hará que sea difícil y peligroso subir por ahí, por lo que me fijo y veo a la derecha una senda que da la vuelta a otro mogote rocoso más bajo y es la que se convierte en la senda de entrada, donde además descubro un antiguo empedrado en el suelo, casi oculto por la tierra. Me entra la emoción con estos, por un lado escasos restos, pero evidentes por otro.


La rampa principal de acceso está fatal, pero descubro una senda en un lateral que accede a la parte alta, además aún se puede apreciar restos de cuando estaba empedrada. De los pocos restos que vi.


              Antes de acceder a lo alto, nos deleitamos con las verticalidades que tenemos.


               Vean que jungla tan inextricable se ve abajo que oculta hasta el río Cuervo.


        Al cabo de un par de meses el otoño hace su trabajo en la misma vista/mismo lugar.

Una vez arriba, tres cosas llaman la atención, aparte de la evidente espectacularidad del sitio; 1ª, la inaccesibilidad, solo pudiendo llegar por la rampa por donde he subido y luego por la senda empedrada; 2º, la inclinación de la superficie, comprobando que aún se puede apreciar cómo aterrazamientos hechos para nivelar aquello, y por último, la cantidad de piedras diseminadas por todos los lados, y la excesiva cantidad de teja, o retejón como diría mi primo. Teja de todos los tamaños, anaranjada, amarillenta, más oscura y en cantidades ingentes.
¡¡Ah copón!! Toda esta teja allí arriba me deja descolocado. Allí hubo unas cuantas construcciones, y tuvo que ser hace mucho tiempo, ya que nadie de los pueblos de los últimos siglos se subiría allí para vivir o para guardar los rebaños. No tiene sentido ni lógica alguna.


Pasamos por encima del empinadísimo final de la rampa principal de acceso. De hecho, cuando estuve con mi primo aquí arriba, descubrió que un muro, hoy casi desparecido por completo, cerraba esta rampa en la parte alta.


Muchas piedras en un suelo inclinado y mitigado por aterrazamientos  que se hicieron antaño.


                                                        Hay trozos de teja tan grande como esta.



                                               El lugar es sencillamente espectacular.

Para intentar explicarnos esto, sé yo que deberíamos remontarnos más hacia atrás, entrando por lo menos en el Medievo, pero es solo una suposición que se está formando en mi cabeza. Hago una inspección minuciosa del sitio y sus recovecos, yendo con cuidado pues los bordes son precipicios de 30/40 metros. Con todo, me llevo cierta decepción al no encontrarme restos genuinos y más enteros como plantas de edificios, tramos de muralla, sillares, etc. Nada más que teja a mansalva, y ese aterrazamiento de la superficie que nos dice que allí hubo algo. Toda esa cantidad de teja, con trozos muy enteros, me indica a priori que aquello NO fue un castro celtíbero de la Edad de Hierro, sino posterior, pero todo son interrogantes. Toca volver a casa dándole vueltas a la cabeza por lo que me he encontrado.
Lo primero que hago, ante la falta de toponimia, es buscar en los mapas antiguos, y primer bombazo: el topónimo que me aparece en dicho mapa antiguo sobre el abrupto meandro que hace el río Cuervo es el de Pozo del Infierno. ¡¡Caramba, vaya nombrecito!!
Otra cosa que me llama la atención que en la curva del meandro en dirección al Val aparece un puente llamado del Pozo del Infierno y un camino antiguo que viene del pueblo, llega al puente y se mete al meandro para salir por el barranco del Borbotón (o del Bujarrón como dice mi hermana) para subir por una empinada vaguada a lo alto de la vertiente derecha del Cuervo. 
¿Para qué un camino y un puente allí, en la entrada a ese meandro tan cerrado del río? Claro que todo esto solo lo podemos ver en un mapa antiguo; en los mapas actuales el puente, el camino y el topónimo diabólico no existen.
No tardo ni una semana en volver otra vez solo al lugar; uno, para inspeccionar si queda algo de ese puente y ese camino, y dos, para recorrer los bordes rocosos, no de la prominencia rocosa donde están los restos de teja que ya lo hice la semana anterior, sino del otro lado del cañón, desde donde está el Molino del Corbatón hasta bajar al Vallejo del Borbotón, en pleno Pozo del Infierno, y así tener perspectivas nuevas del lugar que me ayuden a dilucidar aquello. Esto lo veremos en la próxima entrada.
En cuanto al puente me llevé una alegría pues encontré los pocos restos del mismo muy ocultos por la jungla que es aquello. Me llamó la atención restos de un viejo caz para desviar agua a algún molino que hubiera más cerca del Val. Fue mi amigo Ignacio al que le comenté el caso, el que me descubrió que en mapas militares de la décadas de 1970/80 el puente era llamado Presa de mampostería. Por lo que llego a la conclusión que el origen de puente es incierto y entre brumas y elucubraciones, debiendo ser muy antiguo pero en el siglo XX sabemos con certeza que se aprovechó y reutilizó como presa para desviar agua al molino y regar esa parte cercana al pueblo, donde el Cuervo pierde ya su carácter agreste y  suaviza sus formas, llegando a la verde vega del Val, donde hoy en día se encuentra el pequeño pantano de la Tosca. Luego para confundirnos más aún, descubrimos otro mapa antiguo donde el puente y la presa están en lugares distintos. No distan mucho uno del otro pero son ubicaciones distintos.
En cuanto a los bordes rocosos del otro lado del río, duros de andar pero muy espectaculares, y el camino de bajada al Pozo del Infierno lo encontré a medias, luchando con la vegetación más desaforada pero permitiéndome llegar abajo y tener unas perspectivas del Pozo del Infierno verdaderamente cautivadoras, pero ya digo que esto os le enseñaré en la próxima entrada.


      Vista frontal de nuestro castro en cuestión, marcando por donde está la única subida posible.

Como me ha ocurrido en otras exploraciones, había llegado a un punto muerto en mi investigación. Mis conocimientos históricos y arqueológicos son muy limitados. Compruebo en internet información sobre lo hubo allí arriba y no encuentro nada. Mis lectores más fieles ya os podréis imaginar lo que voy a hacer. Hacer uso del comodín de la llamada a mi primo Guillermo.
Recuerdo a los lectores que los primos Virtudes ya estuvimos juntos en la exploración del misterio de Vallejo del Pumar (VER AQUÍ). También me ayudó en la investigación que acometí con el misterio visto en la punta del Costerón de Fuertescusa (VER AQUÍ)
En este caso que nos trata, le cuento todo el asunto que he descubierto, le enseño fotos y realmente capto toda su atención desde el principio, haciendo que esta vez no toca contarme lo que él cree que fue aquello a través de fotos y de mi relato, sino que hay que quedar para ir los dos juntos (cosa harto difícil y que al final conseguimos), y que le enseñe todo aquello.
Quedando a las dos semanas para ir, junto con mi mujer Maru, a la que también tengo muchas ganas de enseñarle el Pozo del Infierno, un lugar con el que no paro de pensar por el día y soñar por la noche.

Antes de todo, me comenta que aquella comarca -como toda la Serranía de Cuenca- fue proclive a la existencia de asentamientos de la Edad de Hierro, y de hecho, justo encima de la cascada del Molino del Corbatón, y encima de la Retuerta, más en dirección río arriba, se sabe que hubo restos de pequeños asentamientos celtíberos aunque los mismos son muy escasos y apenas visibles, pero de ese meandro del río que le comento no sabe nada. Al comentarle lo de la mucha teja, me dice que existe entonces la posibilidad que allí hubiera existido un despoblado medieval pero eso hay que verlo in situ.

Ese día, después de zamparnos la deliciosa tortilla de patatas de Maru y unos hongos guisados míos a orillas del Cuervo, nos metimos en faena. Una excursión corta pero muy intensa, donde se suda la gota gorda y hay que tener cuidado con las ramas y el follaje. Tres horas que tardamos en explorar minuciosamente el sitio con mi primo. Cuando fui yo solo, en una hora y media ya había acabado.

Según subíamos mi primo iba diciéndonos que se veía la tierra de la superficie bastante negra, mucho humus en descomposición, síntoma de que allí ha habido a lo largo de los incontables años actividad humana. Recordemos que antaño los desechos orgánicos de todo tipo de todas estas gentes que pasaron por ahí arriba se tiraban fuera de las casas o por el precipicio sin miramientos. La higiene y limpieza en ese aspecto brillaba por su completa ausencia.


La tierra de la parte alta está de un color muy muy negro, cosa que llama mucho la atención.

Una vez arriba, mi primo estaba medio descolocado; por un lado, la espectacularidad del lugar abruma y por otro, me estaba diciendo qué sitio más extraño que había descubierto, todo ello mientras miraba a su alrededor, sobre todo al suelo. Yo le preguntaba por qué, qué era lo que veía que le descolocaba. ¿Acaso la ingente cantidad de teja? Está claro que el ojo profano de un amateur como yo solo veía teja, el retejón, pero el ojo histórico y experimentado en estas lides de buscar yacimientos y restos de mi primo veía más allá, apreciaba cosas que Maru y yo ni siquiera intuíamos
Por ir por partes, Nos empezó a enseñar pequeños fragmentos de cerámicas, cosa que yo ni había reparado en ello. Nos las mostró, siempre con especial cuidado de no removerla y dejándola en su sitio. Comenzó con teja de la Edad de Hierro más pequeña, oscura y delgada, incluso algún fragmento de cerámica de esa época (luego hablaré de ese fragmento que vimos). Nada más que me dijo que aquello había sido un castro celtíbero, todo se me ordenó en mis esquemas mentales, llevándome al inicio de mi investigación cuando pensé que aquello era el sitio más cojonudo e inexpugnable, junto con el Castillo de los 7 Condes de Beteta o el Castillo de Buenafuente en el Alto Tajo para ubicar un castro celtíbero.


                          Mucha piedra y teja nos indican que hubo construcciones allí arriba.


Mi primo nos enseñó a ver otras cosas como restos de cerámica, qué aunque poca, algo queda.

Pero no encontrábamos más restos de construcción de la Edad de Hierro. Estaba claro que lo que hubo después, con toda esa teja, desmontó e hizo desaparecer el castro celtíbero. Aunque en esta exploración con mi primo yo descubrí algo que se me había pasado en mis anteriores visitas, y es que en uno de los bordes sobre el abismo –estamos hablando de unos 40 metros en vertical hasta el río- vi un sillar, el único sillar encontrado, puesto para nivelar el terreno, y que fuera más llano para habitarlo. Dicho sillar, al que hay que tener muchísimo cuidado al acercarte a verlo está semitapado pero es uno de los pocos restos visibles de construcción de lo que hay allí arriba, y otra gran prueba de la existencia del castro celtíbero.
También vimos restos de muros hechos para dividir distintos niveles de la superficie



El sillar descubierto muy en el borde se ve perfectamente aún estando oculto por la tierra en parte.


Resto antiquísimo de muros. No es fácil atribuirlos a unos o a otros pero mi primo se inclina por los celtíberos.

Otro pequeño hallazgo que nos enseñó mi primo fue el de una roca alisada del tamaño de la palma de la mano de una piedra rodeno. Sabedor yo que allí no hay piedra rodeno, me explicó que aquello era una piedra para afilar utensilios varios, y obviamente la habían tenido que subir hasta allí arriba. Madre mía, que diferencia entre ir solo e ir con mi primo. Maru y yo íbamos detrás de él, pendiente a sus explicaciones y teorías.

Hay que decir que en esta ocasión que fuimos con mi primo encontramos, aparte del sillar, dos lugares nuevos. Uno, una especie de extraña terraza a media altura, que se llegaba a ella por unas pasillos empinados y muy difíciles de subir/bajar, ya que la fuerte inclinación hace que la tierra se nos fuera hundiendo mientras bajábamos. Esta terraza como 25 metros debajo de la parte alta del castro, tenía una pared vertical, que es donde se apoyaría la construcción que hubiera habido allí, y digo construcción porque mi primo encontró restos tapados del muro de piedras que se hizo para nivelar aquello y construir encima. El sitio es muy extraño, pues  unos pocos metros después de ese reborde hecho con el muro tapado, está la caída de otros 20/30 metros en vertical al río Cuervo.

Allí fue donde vio la pieza más valiosa de cerámica de todo lo encontrado hasta ahora, y es un delicado fragmento de cerámica marrón claro con unas bellas líneas ondulantes hechas sobre la misma. Mi primo me dijo que era de la Edad de Hierro, y que era de vasijas utilizadas para rituales y otro tipo de ceremonias. Ese único hallazgo de esa cerámica y el sitio tan extraño y jodido de llegar, le llevó a mi primo a pensar que lo que hubo en esa terraza intermedia colgada sobre el vacío, fue el posible santuario o lugar de culto sagrado para los habitantes del Castro celtíbero de la Edad de Hierro. En otra ocasión posterior, allí también vi un fragmento de lo que a todas luces parece parte de un candil para iluminar. 

Todos estos restos de cerámica allí se quedaron, ya que mi primo es un auténtico obseso de dejar todas estas piezas en el estado en el que nos las hemos encontrado para no alterar la prospección arqueológica, en el caso de hacerse en un futuro, asunto bastante improbable por otra parte.


El acceso a esa terraza intermedia es un poco peligroso y se debe hacer echando el culo al suelo y con mucho cuidado. De todas formas, desaconsejo bajar a la terraza intermedia.


Mientras bajamos arduamente entre mucha vegetación, ya nos aparece la terraza intermedia a donde queremos llegar.


              Ahí se ve a Ignacio, al que lleve en otra ocasión, llegar a la terraza intermedia.


Ahí se aprecia el muro que se hizo para nivelar el terreno y poder construir encima. Al fondo se ve a mi primo Guillermo.



Luego descubrió unos cuantos fragmentos de cerámica medieval, identificando algunas piezas como de los Alfares de Ademuz y Teruel, por lo que pudo datar aquello como cerámica cristiana de los siglos XII y XIII. Toda esta cerámica cristiana le llevó rápidamente a la teoría que aquello, unos dos mil años después de la Edad de Hierro, fue un despoblado medieval. Ahora bien, nos seguía diciendo que aquello era muy raro, que no entendía el porqué de un despoblado medieval en un lugar tan hosco e inaccesible, perdido de la mano de Dios. 
Aparte que había consultado los archivos históricos, y viene documentado que Santa Mª del Val nunca dejó de pagar el diezmo al Obispado de Cuenca. En caso de haber existido otro poblado medieval distinto a el Val (aunque fuera más pequeño) tendrían que haber justificado ese pago del diezmo como sí hacían otros despoblados medievales hoy en día desparecidos. 

Todo se le aclaró al acercarnos a un puntal mirador en dirección contraria al río, donde a la derecha, aparecían al fondo las casas de Santa Mª del Val, bien cercanas. Mi primo con cara de sorpresa empezó a divagar y a musitar para sus adentros. Estaba claro que no se pensaba que el pueblo estuviera tan cerca, se lo imaginaba más lejano.


   Al asomarnos al puntal más alejado de la curva fluvial, más al oeste, nos aparece al fondo.....


          Santa María del Val y el pantano de la Tosca. ¡Qué cerca está del Pozo del Infierno!

Y en ese preciso momento, nos soltó su teoría –recuerden que es solamente una teoría - de lo que él creía que fue aquello con tanta teja y cerámica medieval:
En época de la reconquista, mientras se expulsaba a los moros más hacia el sur, y se iba repoblando todas estas comarcas con cristianos, este despoblado, ubicado sobre los restos de un antiguo castro celtíbero, tuvo que ser el núcleo fundacional de lo que luego sería el pueblo de Santa María del Val. El motivo de subirse aquí arriba y construir fue que en esos primeros compases aún era tiempos violentos de escaramuzas y había todavía temor y miedo al moro, a que llegaran por la noche y te rebanaran el cuello, por lo que el lugar era propicio para vigilar y poder dormir tranquilos.

Como toda la comarca es muy agreste y abrupta, el único sitio para labrar y sembrar es la vega donde hoy está el pueblo de Santa Mª del Val y el pantano de la Tosca. Por lo que debieran de ir del despoblado a la vega del río, y de ahí puede venir el origen inicial del Puente del Pozo del Infierno, para cruzar el río Cuervo y poder transitar más fácil hacia las huertas. Parece una buena explicación a la existencia de un puente en un lugar tan poco lógico.

Con el tiempo, expulsado definitivamente el moro más hacia el sur y desaparecido el motivo de miedo y vigilancia, se bajaron a la vega donde tenían los campos de labranza y terminarían construyendo las casas allí, en lo que hoy es el pueblo de Santa Mª del Val, abandonándose todas las casas del Pozo del Infierno, que rápidamente cayeron en la ruina, y por supuesto, en el olvido total. 
Consultando fuentes históricas en la Biblioteca de Cuenca compruebo que esta comarca de Beteta y sus villas, entre las que está Santa Mª del Val, fue reconquistada entre 1144 y 1156, pleno siglo XII (el rey Alfonso VIII dona Beteta a la catedral de Sigüenza ya en 1166)


                Mi primo Guillermo investigando y fotografiando el extraño lugar.

Mi primo iba hacia arriba y hacia abajo con el móvil en modo brújula para ver la disposición de la planta de los edificios que hubiera allí, y nos enseñó lo que él creía que era donde estuvo la pequeña iglesia-capilla en el centro más o menos de lo que se considera toda la superficie.


                  Más o menos, en el centro de la parte alta se ve un zona explanada.


Se aprecian por los esquinazos de las rocas donde estaba exactamente enclavada dicha construcción.



También se aprecia aún el levantamiento de esa explanada para poder construir ahí arriba lo que sería el centro neurálgico de lugar en la época medieval, una pequeña iglesia.


Desde aquí hacia la curva del río, la superficie desciende bastante pero se aprecia terreno aterrazado y allí es donde debieran estar la mayoría de las casas, todas apretadas y abigarradas, por la cantidad de piedra y teja encontrada.
Otra cosa muy importante para la teoría del núcleo fundacional del Val que descubrió mi primo es escoria de hierro, indicándonos que tuvo que haber una pequeña herrería, de la que no descubrimos su presunta ubicación.


En algún lugar que se ha abierto el suelo por la pendiente podemos ver parte del perfil del suelo y ver qué a más profundidad se ven capas de tejas y piedras. ¡Fascinante!


          En toda esta zona es donde estaría la mayor parte de las casas, todas apretujadas.


Aparte de la terraza intermedia esa del presunto santuario celtíbero, descubrimos otra cosa, y resulta que saliendo del castro, en vez de bajar por donde habíamos subido (y que yo la primera vez decidí hacerlo por ahí al notarlo con algo menos de inclinación) lo hicimos por la otra parte de la rampa de acceso. La vegetación es igual de cerrada y profusa en toda la rampa de subida, pero en esta ocasión, mi primo se pegó a una pared de roca corrida muy en vertical, donde notamos que entre los bujes y la roca se bajaba medio bien, incluso se intuía muy confusamente una senda.

La sorpresa mayúscula fue que en esa pared nos encontramos una cueva de unos diez metros de profundidad. El alto buje al ocupar todo, oculta también la cueva que solo la veremos si nos pegamos a la roca pero lo que nos llamó la atención es que en la entrada a la cueva se levantó un gran muro de piedras para nivelar la entrada a la misma y que fuera cómodo acceder a ella.
Se nos acelera el corazón según entramos en ella y vemos al fondo, a modo de capilla natural, como una especie de pilón natural, y justamente encima de ese pilón cae por una grieta del techo, a tenor de los musgos habidos, una chorrera de agua que en épocas invernales y primaverales deben surtir de agua ese sitio. Magia serrana total con este descubrimiento.


                                  Bajamos con cuidado y pegándonos a la pared de roca.


                        Ahí tienen la cueva principal, donde nos sorprendió su profundidad.



                                              Al fondo de la misma esta ese pilón natural.


Donde en época de lluvias debe caer agua por esa chorrera que viene del techo, justo encima del pilón.


La prueba más evidente del uso de esa cueva, es que para mitigar la pendiente, levantaron y nivelaron con gran cantidad de piedras la entrada a la cueva.


El tema del agua no da muchos quebraderos de cabeza, pues tenían el río Cuervo abajo, pero si es verdad que en los inviernos tenían agua allí arriba. No nos atrevemos a asignar con seguridad el uso de la cueva y esa chorrera con pilón pero es muy posible que los celtíberos fueron los que más la usaron y ayudaran a levantar ese montón de piedras, oculto por la tierra hoy en día, para acceder a la misma. 
Un poco más abajo hay otro covacho, mucho menos más profundo pero con su levantamiento de piedras también para poder acceder. Me imagino que cuando cayeran tormentas fuertes esos covachos serían refugio rápido y seguro. Aparte que serían muy buenas fresqueras para mantener los alimentos en buen estado.


                             Un poco más abajo hay otro covacho, este menos profundo.


Pero también de uso en el pasado, a tenor del levantamiento con piedras para poder acceder a él.


En la parte de este cerro rocoso más alejado de la curva fluvial habíamos visto el lado que da a el Val, pero el lado que da en dirección Vega del Codorno, hay otra cosa que hay que mencionar.
Por un lado al dejarse caer a ese lado se ven pequeñas explanadas, hoy más en pendiente, donde también hubo construcciones (de hecho, el sillar le encontré en este lado), y justamente allí cerca, existe un pasillo hecho en la roca(juraríamos que fue hecho adrede)para acceder a una parte del cerro rocoso que no conocíamos hasta ahora. La peculiaridad de este sitio es que solo se puede acceder por ese pasillo, siendo un alargado puntal completamente inaccesible por todos los demás lados.
Obviamente, lo primero que viene a la mente es como atalaya de vigilancia, ya que es la parte del cerro más orientada al oeste, aunque a mí también se me ocurre un lugar para hacer una cárcel, ya que cerrándose ese pasillo, una persona allí no podría huir más que despeñándose al vacío.
Cosa harto curiosa es que mi primo no encontró ningún resto medieval allí, más que unos pocos de la edad de hierro, indicando que la gente del despoblado medieval eso no lo tenían habitado, utilizando segura y solamente como atalaya de vigilancia.


El punto más alto de la explanada principal es esa losa rectangular que debiera ser un primer sitio de vigilancia.


Una vez subido a la losa, ya podemos ver un poco más abajo esa parte del cerro que estuvo como deshabitado, y al que solo se puede acceder por un sitio.


                    Para acceder a ese puntal bajamos por esta rampa (el sillar estaría al final).


En esta rampa se ven muy bien varias capas de piedras y tejas tapadas, de cuando esto estaba más plano.


  Ahí está la familia entrando a ese puntal por el pasillo que indico, único lugar para hacerlo.



Ya estamos encima de ese puntal solamente accesible por el pasillo, que como digo antes, llama la atención la escasez de teja y cerámica, habiendo solo de la época celtíbera.


Salimos del puntal otra vez por el pasillo para recorrer este lado de nuestro barco particular.



                                                        Vean la espectacularidad de lugar.


Vean que el patio de caída impone mucho, y se desaconseja ir por aquí si se padece de vértigo.



                                          Eso si, hay sitios algo más seguros para deleitarse.


               Como digo antes, el discurrir del río Cuervo por la sierra es muy virgen y bello.



En este punto tenemos que traer a colación una pequeña pieza de tamaño de medio dedo de cerámica también especial porque mi primo la identificó como pasta vidriada dorada por atrás y verdinegra por delante. Podría ser parte de un ataifor o escudilla, y aquí viene la nueva revelación que hará que se nos abran las conjeturas un poco más. ¿Porqué?  Pues porque este tipo de cerámica es islámica con total seguridad. No significa que el enclave tuviera ocupación islámica, ya que dicha cerámica islámica se considera de lujo y se comercia por zona cristiana, pero para lo que sí vale es para fijar cronología. Es del siglo XI. Por supuesto allí se quedó semienterrada en su estado original.

¿Qué pasa entonces? Que aunque la mayor parte de la cerámica que vimos es cristiana, esta aparición de una pieza totalmente islámica, nos dice que cabe la posibilidad que en un principio fuera un enclave musulmán reconquistado y reocupado por las primeras huestes cristianas que echaron al moro de estas montañas, o quizás no, que solo fuera un pieza islámica que andaba en manos de los cristianos que vivían allí arriba. Es harto complicado por no decir imposible, adivinar eso.

En todo caso, llevamos tres horas allí arriba y está empezando a caer la noche, por lo que toca salir y volver al coche. Del Pozo del Infierno salimos sudando y con una sed que nos podríamos beber el río Cuervo de golpe, pero como dice mi primo, el agua solo vale para ahogarse, por lo que nos queda aún una cosa que hacer, y además, así matar dos pájaros de un tiro: Uno, calmar la sed con cerveza en bar de la plaza de Santa María del Val, y Dos, preguntar a algún paisano/a sobre esos misteriosos restos.

Cosa que hicimos con la mujer dueña del bar, en la plaza del pueblo, al lado del resto del brutal olmo (olma mejor dicho) que siempre se ha erigido en un reclamo para ir hasta allí, y que la maldita grafiosis nos privó hace unos años de seguir admirándolo.


Maru con la olma del Val, antes de que la grafiosis acabará con esta maravilla, otorgadora de sombra a media plaza del pueblo.

Entre tercio y tercio, le preguntamos a la mujer del bar. Al principio hubo un poco de confusión porque no sabíamos si hablábamos del mismo paraje. Todo se aclaró cuando ella dijo de un sitio al que solo se puede llegar por un lado. ¡¡Ese era!! Esa característica es inconfundible. ¡Hablábamos del mismo lugar!

Ahora es cuando nos suelta la primera revelación, llamándole el Castillo del Moro, y luego nos dijo que era un lugar donde se subían para ver si venía el moro. Después terminó con un escueto y esclarecedor “Allí hubo algo”, pero ciertamente toda demás noticia o información veraz se ha perdido en la memoria oral con el paso de los muchos siglos. Allí hubo algo pero no se sabe qué. Como muchos otros lugares de la geografía provincial haría falta un estudio y prospección arqueológica profesional para intentar averiguar lo que fue aquella tremenda proa de barco rocosa que estrangula el verde, frío y cristalino río Cuervo.

Como vemos, el nombre del Castillo del Moro, más el fragmento de cerámica vidriada verdinegra que vimos, puede conjeturar que aquello fue en los siglos X/XI un enclave islámico, debido a su buena posición y defensa para luchar y resistir a la huestes cristianas que cada vez apretaban más, y después de su conquista, fue habitado aún unos cuantos años, por estos primeros cristianos que repoblaban, aún inseguros al quedar sarracenos dispersos por las montañas. De ahí, que siguieran habitando el Pozo del Infierno como nos indica la bastante cerámica cristiana de los Alfares de Ademuz y Teruel encontrada.

Y también da la posibilidad (que es por la que más se inclina mi primo) como luego dijo la mujer del bar del Val, de que, desde el principio, fuera un enclave cristiano, en época aún de reconquista (siglo XII) donde vivirían más seguros, vigilando por si volvía aparecer el moro, y que tenían en su poder vasijas y utensilios de cerámica islámica, tanto por comercializar con ella o haberla conseguido por medio de otras maneras como la guerra y el pillaje.

Está claro que subirse a aquel nido de águilas no era para resistir un asedio, sino para vigilar y dormir seguros, y que por la noche en una de esas tristemente celebres razzias mulsumanas no llegaran un pequeño grupo de sarracenos y te cortaran el cuello mientras dormías.

En todo caso, tanto islámica como cristiana y como dijo mi primo Guillermo, lo que sí parece que aquello fue el primer núcleo fundacional de lo que luego sería el pueblo de Santa Maria del Val. La cercanía entre los dos sitios es argumento muy convincente.

Por último, este hallazgo, exploración e investigación conjunta de mi primo y mía debe considerarse siempre una teoría, un conjunto de conjeturas y apreciaciones, apuntaladas por lo que vimos y los conocimientos de mi primo. Sé que suena obvio remarcarlo pero en estos asuntos siempre hay que hacerlo para que queden claras las cosas desde un primer momento.

Traiga aquí a colación la 5ª vez que fui al paraje para enseñárselo a mi amigo y compañero de rutas Ignacio. A él no le convencía del todo la teoría de que fue el primer núcleo fundacional de Santa María del Val. No le encontraba sentido que los primeros cristianos se subieran allí arriba por motivos de miedo y temor al moro. Ignacio lo ve más como que esos primeros hombres cristianos se asentaron donde era el mejor sitio, tanto para sembrar como para vivir, que es la vega del río Cuervo, donde hoy en día está el pueblo del Val.
Poco tiempo después, según Ignacio, un grupo numeroso de familias dejó el incipiente pueblo y se fue a vivir al Pozo del Infierno por diversos motivos, estando aún el de la seguridad que da habitar allí arriba por seguridad ante lo cambiante que eran los límites del territorio cristiano/moro.

Si es cierto que no esta documentado el pago del diezmo de ningún poblado, mas que de Santa María del Val, ya que un pequeño núcleo de población de 30/40 personas que es el mínimo que habría en el Pozo del Infierno, con herrería y una pequeña iglesia/ermita debiera terminar pagando a la todopoderosa Iglesia el diezmo concerniente a un poblado pero a lo mejor el escaso tiempo que se habitó allí (estimamos de dos a cuatro generaciones)hizo que no diera a tiempo a instaurarse.

Yo no termino de ver la hipótesis de Ignacio; más que por lo del diezmo, mi duda versa sobre, ¿para qué allí arriba una herrería? (los restos de escoria de hierro son evidentes), ¿incluso una pequeña iglesia/ermita? (según la exploración de mi primo), estando las de Santa María del Val tan cercanas, ya que en el pueblo habría con seguridad herrería y iglesia.
Este es un tema que es pura elucubración, y como podéis ver las teorías pueden ser varias y entrecruzarse ante la magnitud del enigma que tenemos delante.

En todo caso, tanto en una teoría como en otra, la interrelación entre Santa Mª del Val y el Pozo del Infierno fue muy estrecha, estando todos de acuerdo que en el Pozo del Infierno no se habitó mucho tiempo, como mucho eso, de dos a cuatro generaciones.
Ya con todo pacificado y expulsado definitivamente los sarracenos hacia el sur, nuestro nido de águilas se abandonó, yéndose a donde hoy se asienta el pueblo de Santa María del Val.


Otra de las veces que fui, desde abajo y con mucho zoom, vi esto que parece restos de muro en un borde.


Estuve explorando la parte de arriba por si encontraba esos presuntos restos pero me imagino que estarían un alguna de las terrazas intermedias que se crean y, hoy en día, es realmente peligroso acceder a ellas.

Acabando con todo, el topónimo de Pozo del Infierno es también muy difícil adivinar de donde viene, en un sitio además tan bello, pero si es cierto que de la exploración del lugar, y la ausencia del concepto de belleza, tal y como la conocemos hoy en otras épocas tan duras y lejanas, uno observa que tanto en su fase de ocupación de la Edad de Hierro, como en su breve ocupación medieval, tuvo que despeñarse y matarse mucha gente, debido a lo escarpado y peligroso que es toda la proa titánica de barco rocosa. Esto es un conjetura sacada de mi imaginativa cabeza pero valdría para explicar lo del nombre de Pozo del Infierno.
Chema Checa, me comenta que también puede venir por alguna de las pozas de agua que forma el río Cuervo en ese meandro, que al ser tan cerradas y tan poco accesibles, se le puso este nombre, siendo en este caso un hidrónimo. Me queda bastante claro que el topónimo/hidrónimo se puso por la suma de todas estas cosas, al ser un lugar con pozas de agua tan oscuro (apenas entra la luz del sol dentro de la hoz), tan cerrado, tan hosco y peligroso.

También os quiero enseñar estas tres fotos donde tenemos unas vistas del enclave bastante espectaculares, y que muestra de manera nítida la inexpugnabilidad y belleza del lugar.
Es curioso pero esta vez es de años atrás, donde me llamó la atención ese puntal inaccesible por lo bonito pero como no estaba tan interesado en los castros celtíbero por entonces, pasé de largo y no lo redescubrí hasta 5 o 6 años después.


            En esta ocasión estamos encima de barranco del Borbotón, donde a la derecha....


                       ... resalta la idoneidad del lugar para ser un castro celtíbero.


           Sencillamente espectacular. Con la flecha os muestro por donde va la única subida.

Fue tan honda la sensación que causó en mí el hallazgo de este agreste enclave del río Cuervo, y todos los sucesivos descubrimientos, que le compuse un escrito, mejor dicho a la manera medieval, una canción. Aquí os la transcribo:

      

"Existe en las montañas de Cuenca un lugar


que hace tiempo que no es lugar


La epifanía del olvido arraigó tan fuerte


que terminó despeñando a la memoria


por sus escarpadas paredes,


sembrando las riberas del río Cuervo


de ruidos sordos al caer los cuerpos.




En la oscura Edad del hombre


La del Hierro oxidado sobre la sangre caliente


Cuando el oso y el lobo cincelaban estos montes


Sirvió de regazo de madre,


De reconfortante lumbre


De respiro ante el cuello degollado


Ante la vesania sangrienta


De la hirsuta horda


de otras comarcas.




Volvió el hombre al lugar


Allende los siglos


A desempolvar el olvido


En otra época no menos oscura


El moro y el cristiano,

La cimitarra contra la espada

Sangre roja en todo caso

Volvió al Pozo el cobijo y el descanso

Los anhelos de vivir seguros

Ante tanta razzia cercenadora de cabezas

O ante tanto vil saqueo de piernas abiertas


Enhiesto galeón dolomítico

Como un pétreo iceberg en un mar de bujes,

Proa de titanic anclado en la caliza madre

Con el helado y esmeralda río Cuervo

Estrangulando

Y acariciándolo con lascivia,

milenaria amnesia.


Hoy en día,

Un día más sin memoria

En tu larga historia de la desmemoria

Te has convertido en feudo de buitres,

Amos y señores de todos los cielos serranos

Y con perseverancia y sutileza

Me has mostrado todos tus secretos

Susurrándome al oído

Muy bajito,

Las terribles

Tenebrosas

Tremebundas

Historias de este lugar

Que ahora sí que vuelve a ser lugar,

Recuperas tu altiva esencia

Por lo menos para mí,

Y que tienes el bello

e inequívoco nombre

De Pozo del Infierno,

Cuna del Val,

Corazón de la Serranía."



Toni Virtudes Segarra (Noviembre/2019)




Hasta aquí esta entrada libro sobre aquel paraje que desde que lo descubrí allá en septiembre del 2019 me ha tenido en vilo, dándole vueltas a la cabeza, y yendo hasta 7 veces por ahora.
Espero que os haya gustado, y dentro de un par de semanas, vendrá una 2ª parte sobre el entorno de tan bello lugar. Dar las gracias a mi primo, como siempre, por ayudarme a investigar todo esto.

A ver si con la publicación de esta entrada, alguien nos arroja algo más de luz sobre este lugar.

Hasta la próxima.!!

Comentarios

  1. Muchas gracias por compartirlo.
    Me ha parecido muy interesante y además muy bien explicado.

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    1. Hola Enrique.

      Encantado que te haya gustado. Muchas gracias por leerlo y comentar.

      Un saludo.

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  2. Tremendo Toni. Antes que nada te quiero dar la enhorabuena de modo de redactar. Lo haces tan ameno y agradable que es imposible levantar la mirada del texto.Tienes un don para escribir y trasmitir sensaciones. Eres un fenómeno. Respecto al descubrimiento, pues igual: me dejas boquiabierto con todo lo que nos cuentas. Me haces andar desde el sofá de mi casa por las empinadas cuestas, los pasajes estrechos y hasta casi siento como me raspan los bujes. Realmente una pasada. Alucino cómo sabéis tanto de época celtibera, edad de hierro y demás. Me asombra tanto conocimiento, sobre todo el de tu primo. Desde mi humilde opinión, me decanto más por la opinión de Ignacio, pero es algo que creo que nunca se sabrá. La zona la conozco bien y es una pasada, precisamente por lo salvaje que es. Enhorabuena por el descubrimiento y ojalá te sea reconocida toda la labor que haces por nuestra querida Serranía. Un abrazo

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    1. Hola Javi.

      Encantadísimo que te guste y te haga pasar buenos ratos con la serranía a ti que andas lejos de ella en esta época.
      Realmente lo que sé lo voy aprendiendo a la marcha. Hace unos años no tenía ni idea, y bueno pues leo mucho, y de tipos como mi primo y otros eruditos voy aprendiendo.

      En estos sitios es casi imposible que se haga prospecciones arqueológicas. Tú piensa que lugares como Segóbriga o Valeria están solo sacadas a la luz en un porcentaje muy bajo. No hay dinero para tanto resto, ya que somos un país de muchas y diversas culturas a lo largo de los siglos.

      En las teorías hay que tener en cuenta, como me explico mi primo, que no se puede obviar lo descubierto e identificado, en este caso la cerámica identificada con seguridad por él. Es decir, la gente que vivió allí, lo hizo en el XI, XII o XIII. La no poca cerámica que hay allí fija cronología, con esto quiero decir que allí no vivió una pequeña comunidad ni el siglo XV, XVI,XVII o XVIII, sino en esos años medievales de reconquista.

      Un abrazo.

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  3. Hola Toni,

    Uno se queda sin palabras ante semejante labor de investigación, impresionante el trabajo y las semanas que le habrás dedicado y las que aun te quedan por dedicar, por que de bien seguro que no pararás hasta descubrir que fue aquello en realidad.

    No he podido evitar estarme un buen rato disfrutando de la lectura, ya que no podía dejar a medias una explicación tan detallada y bien hecha de todo lo que fue la exploración y posterior búsqueda de información.

    Mis felicitaciones por tan buen trabajo y mis ánimos para que sigas en tu afán por descubrir la verdad de este precioso enclave.

    Salud y descubrimientos serranos de primer nivel!!!

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    1. Hola David.

      Encantado que te guste. Desde Septiembre hasta Febrero he estado haciendo la entrada, en mi cabeza ha dado vuelta el texto y las fotos, vamos cómo y qué quería contar, y sobre todo el que saliera ameno y entretenido, pues ya sabes que mucho texto, si no está escrito de manera que enganche, tira mucho para atrás y aburre.

      A no ser que aparezca alguien con información veraz, lo poco que sabemos de ese sitio va a quedar así.

      Salud y sherlock Holmes serranos!!

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  4. Toni, lo he vuelto a leer de tanto que me ha gustado.

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  5. Hola Toni...
    Bueno,lo primero gracias por la mención,aunque para ser justos,lo de I+D hay que atribuírselo a Alex(CasiAventurilla)...jejeje.
    Pasando a la gran Investigación y Descubrimiento que nos has relatado,te diré que para nada se me ha hecho pesado el "ladrillaco"...jajaja.
    Desde luego que te lo has currado y por supuesto con la inestimable ayuda de tu primo.Las teorías al respecto de ese Castro,me parecen de lo más plausibles.Una pena que lugares como ese no puedan ser investigados a fondo arqueológicamente.Sin duda esa última fotografía que muestras,es una pasada.
    También la teoría del nombre de Pozo del Diablo,me parece de lo más acertada.
    Una gran entrada,para conmemorar ese décimo aniversario bloggero.Espero que sigas muchos años deleitándonos con tu Magia Serrana y con I+D como esta...

    Un abrazo.

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    1. Hola Juane.

      Me encanta eso que dices que no se ha hecho pesado, ese era mi objetivo principal, bueno y sacar a luz ese sitio olvidado.
      Es una lástima que no hay dinero para arqueología, pero si es verdad que somos un país tan fecundo en yacimientos y restos de tantas y tan diversas culturas, que cada vez que se levanta un poco el suelo, aparecen restos.
      Lo de la teoría me queda claro que es un hidrónimo que coge todo ese meandro rocoso.

      Un abrazo.

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  6. ¡Genial Toni!, ¡me ha encantado!, ha sido una lectura amena y fresca que me ha hecho recordar la ruta de senderismo que hice con unos amigos allá por el año 1995. Anduvimos dos días desde el Nacimiento del Río Cuervo hasta Santa María del Val. Lo que nunca olvidaré son los tejos milenarios que vimos por el camino o las veces que tuvimos que cruzar el río para intercalar sendas a ambas márgenes del río o Lala última parte del recorrido con subida agónica por el brutal desnivel (supongo que el mochilón tendría algo que ver en ello porque en esos momentos te acuerdas hasta del cepillo de dientes). Para coronar, disfrutamos de unas merecidas vistas espectaculares. Me encantaría volver a hacerlo. A ver si este verano pudiésemos organizarlo. El poema precioso, ¡qué arte que tienes! Buen postre después este sabroso manjar. Besos.

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    1. Hola Cristina.

      Encantadísimo que te haya gustado la entrada investigación, y muchas gracias por tus palabras. La verdad que sin el aporte de Guillermo esta entrada habría sido otra cosa distinta, y mucho menos atractiva e interesante. Habría sido una entrada normal del blog sobre un paraje natural.

      De la excursión que dices conozco algo esa parte y tuvo que ser una experiencia muy chula. Se lo he dicho a Maru y dice que suena a planazo hacer eso que dices.

      Muchas besos y a ver si nos vemos pronto.

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  7. Hola Toni.

    ¿Series?, ¿pelis?, ni hablar, a mi para el confinamiento que me den "ladrillacos" como este ;-). Desde que me anticipaste el descubrimiento estaba esperando con ansias a que publicases esta entrada, y ya te digo que la espera ha valido mucho la pena. Por eso mis felicitaciones, primero, claro está, por el décimo aniversario del blog, ya que, y eso solo lo sabemos los que también estamos mucho tiempo en el "bisnes", es muy difícil mantenerse diez años al pie del cañón, publicando casi semanalmente, y en tu caso contenido de calidad.
    Felicitarte también el buen ojo e intuición que tuviste al pensar que sobre esa roca pudiesen haber restos de algún tipo de asentamiento humano. Felicitarte también por tu cabezonería, ya que pesar de las dificultades orográficas y vegetales del terreno, no cejaste en el empeño hasta conseguir llegar arriba. Mis felicitaciones por la ilusión que pusiste en el descubrimiento, que te llevó a visitar el lugar más veces, y a enseñárselo a Maru, tu hermana y tu cuñado, a Ignacio, y finalmente a tu primo Guillermo, con el que hicisteis un trabajo de exploración arqueológica sobre el terreno excelente. Me descubro ante él, por ser capaz de identificar y datar un pequeño trozo de cerámica al instante, o por ser capaz de ver cosas que al resto de los mortales se nos escaparían, como lo del humus o la escoria de hierro.
    Y finalmente mi más sincera enhorabuena por la entrada, completísima, empezando con la descripción de lo arduo que fue llegar a tan salvaje y bello lugar. Excelente y minuciosa la explicación de toda la investigación, desde el visionado de mapas en casa hasta la más pura y dura exploración ya sobre el terreno. Muy precisas, documentadas y para nada descabelladas las teorías sobre lo que pudo ser aquello y en el contexto histórico en el que pudieron haber acaecido. Y has conseguido contarnos todo esto de forma muy amena y sin que la entrada se haga para nada pesada, y como siempre acompañando el texto con buenas fotografias y rematando con esa bella canción medieval, estás hecho todo un juglar jejeje.

    Repito, mi más sinceras felicitaciones!!.

    Un abrazo.

    PD: menudo "ladrillaco" de comentario que te he dejado jajaja.

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    1. Hola Dani.

      Pues ahí estamos los dos con el decenio a nuestras espaldas, y con regularidad que eso es lo difícil, y lo mejor con unas cuantas amistades en nuestro haber, empezando por la tuya y la mía ;-)

      Del ladrillaco tuyo de comentario decir que me ha sido también muy ameno, jajaja. Mientras esté bien contado somos gente de ladrillos.

      A ti ya te iba diciendo un poco aquello, ya que por el final de año pasado, me encontraba bastante agitado ante este sitio tan extraño con el que me había topado.

      Y es que aunque la Sierra de Cuenca está bastante desconocida por olvidada, encontrar un paraje como este no es fácil, pues siempre sueles encontrar algo en internet, algún libro o gente que conoce previamente esto y ha investigado algo, pero es que por ahora, aquello lo conocían con seguridad los del pueblo pero para de contar, además que investigar, lo que es investigar, yo creo que nadie, a no ser que aparezca alguien (ojalá) y sepa decirnos con certeza que hubo allí y cuando.

      Yo también me descubro ante mi primo, cuando vas con gente así por la naturaleza, experta en un campo es toda una maravilla. Por ejemplo, con un geólogo que te va explicando por que se formó aquel desfiladero o aquellas piedras.

      Pues eso, muchas gracias y yo creo por los comentarios aquí y en facebook que he conseguido mantener el interés de la entrada pese a tener mucho texto.

      Un abrazo.

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  8. Hola Toni.

    Increíble!! Esta entrada es de esas que te mantienen en vilo ante tal cantidad de datos, hipótesis, hallazgos, lo costoso de acceder al enclave, el contrastar y buscar tan escasa información, y el empeño obsesivo de regresar una y otra vez para encontrar respuestas a este enigma.
    Me ha hecho falta una segunda lectura para digerir tanta información, pero es que es ilusionante la crónica que nos has ofrecido -rematando hasta con poesía-, y haciéndonos amar aún más nuestra querida y aún tan desconocida Serranía.
    Sigamos soñando -eso no nos lo podrán quitar en este confinamiento-, para volver a abrazarnos aún con más ímpetu a estos parajes y a la azarosa vida de sus primitivos habitantes. Ah, cuidadín con esos desniveles y feroces espesuras, que ya imagino lo que tuvisteis que penar por ahí.

    Genial trabajo. Un grande abrazo.

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    1. Hola Andrés.

      jejeje gracias por tus palabras también. Otro enigma oculto y sepultado por el paso de los siglos, que en este caso he tenido la suerte de desempolvarlo, mostrarlo e investigarlo. No sé...pero ojala apareciera alguien con más información sobre el lugar.

      Las últimas veces que fui ya lo tenía tan controlado que ya no me costaba, pero la primera y segunda, como no sabía lo que iba a ver, pues primero con una avellanales muy cerraos, luego un bujedal con musgos secos que también debía luchar con ellos, luego la pendiente con el buje y piedras, y por ultimo, unas rampas que de tan inclinadas la tierra iba cediendo en cada pisada, todo ello aderezado por multitd de vegetación (arce,buje,guillomo,etc) que te iba frenando literalmente y había que abrir con las manos.
      Vamos...una aventura como debe de ser.

      Otro abrazo para ti, Andrés.

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  9. Enhorabuena por la entrada y el décimo aniversario del blog Toni.

    Esto es más largo que el Quijote!, pero oye, ojalá fuera tan ameno el leerlo como está entrada tuya de I + C (Investigación y Cabezonería). La verdad que resulta una entrada muy interesante, cada vez que veía a alguien diferente en la foto, me preguntaba, pero este tío cuantas veces ha ido a visitarlo!, porque viendo el entorno, se ve que es un sitio muy poco accesible, aunque seguro que cuando se construyo el sendero que subía al castillo, sería otro cantar.

    Teorías seguro que habrá muchas, porque los restos son escasos, pero desde luego si tu primo que sabe del tema y ha estado insitu en la zona, cree que puede ser el viejo asentamiento de Santa María del Val, pues tiene muchas posibilidades de estar en lo cierto. De todas formas tanto darle vuelta y oye, vas una tarde al bar y te dice que allí había un castillo :), ves para que luego digan que ir al bar es perder el tiempo.

    Un saludo

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    1. Hola Eduardo.

      Más ameno que el Quijote, jajaja gracias por el hálago de I+CABEZONERÍA, jejeja la verdad que un poco sí.

      Esto en la época, por lo menos medieval, debiera estar pelao de vegetación para poder subir más comodamente; aún así, las cuestas y el cuidado que había que tener, por las caídas mortales, era alto.
      En la época celtíbera no tengo ni idea si a esa gente le molestaba la vegetación, quiero decir, que los medievales al ser más población la cortaban sobre todo para calentarse, armas, casas, etc, etc, peros los celtíberos, siendo muchos menos, pues yo me los imagino subiendo entre zarzas, espinos y demás como si nada.

      Cuando me lo explico mi primo con los restos de cerámica indentificados por él con seguridad yo también vi viable esa teoría de que allí habitaron en el siglo XI O XII, siendo el núcleo primigenio del pueblo. Otro asunto es que si no hubiera habido cerámica medieval de esos siglos, entonces no podríamos haber adjudicado el despoblado medieval a una época concreta, y ahí habría habido mucho más misterio.

      La de crímenes y misterios que se habrán resuelto en los bares, jajaja. La mujer tampoco es que supiera mucho, ya que en los pueblos cuando hay tres piedras antiguas en un lugar ya le dicen castillo, y lo que es un castillo medieval allí arriba no parece que lo hubo. Otra cosa es que en los sitios en alto e inaccesibles donde hubo restos celtíberos si les dicen castillo. Cuando la mujer nos dijo el Castillo del Moro pensamos que había sido un despoblado islámico, pero luego matizo diciendo que subían para ver si venía el moro. En resumen, esta investigación fue como una película.

      Un saludo.

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  10. Hola Toni, en primer lugar ¡Muchísimas felicidades por el décimo aniversario del blog!. Más que un blog para mí es una Enciclopedia Ilustrada de la Serranía Conquense. Poco más que comentar de lo que ya te han dicho. No estoy ducho en historia y no me atrevo a entrar en elucubraciones sobre el enclave pero conociéndote (y espero próximas entregas al respecto) seguro que no pararás hasta poder resolver el enigma al que te reta el lugar. He leído con absoluto deleite esta narración que si me dicen que es el guión de una aventura de Indiana Jones en alguna selva de Sudamérica me lo hubiese creído. Y de hecho mi mente se iba por esos derroteros según iba devorando la lectura. En fin, un placer poderte tener como amigo y poder seguir tus andanzas por muchos años más. Un abrazo Indy y mis mejores deseos para toda tu tropa en estos momentos de resignación montañera.

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    1. Hola Paco.

      Gracias por tus palabras. Yo más contento que unas castañuelas de teneros como lectores (y amigos) y que sepáis apreciar estas historias mías a lo Indy Jones, jajaja buena comparativa, pero si es cierto que la primera vez, había veces que se me aceleraba el corazón sobre todo cuando comprobé que solo se podía subir por un sitio, y todos esos restos de tejas y piedras.

      Como le digo a algunos, este misterio tengo dudas que se resuelva, ya que por un lado, no hay dinero para estudios arqueológicos (hay que reconocer que aún excavando los restos serían pocos, y aquí en Cuenca tenemos yacimientos desde celtíberos a romanos descubiertos y no excavados todavía) y por otro lado, ojalá que apareciera alguien que pudiera aportar más datos sobre ese lugar.

      Otro abrazo y deseo lo mismo tuyos (sueños por las noches que ando por el monte y no paro ni de noche, jajajaja)

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